Hola a todos! aquí traigo un nuevo fic, que responde a un rato que me ha puesto as de picas.

Tenía que ser un fic original(obviamente), de ciencia-ficcion y romance(que se verá un poco más adelante) y tenía que tener más cosas que iré diciendo a medida de que vayan apareciendo en el fic.

Espero que os guste y que me dejéis algún comentario para intentar mejorarlo, porque no me convence del todo este prólogo.

Las partes que están en cursiva son los pensamientos del personaje.


Creo que debería empezar a preocuparme. No sé dónde estoy. No sé desde cuando llevo tirada en mitad de esta oscura calle. Ni siquiera sabría explicar porqué estoy con un abrigo largo en mitad del verano.

Se levantó del suelo un poco aturdida y se quitó rápidamente el abrigo por la temperatura tan alta que había en la ciudad.

Lo único que recordaba era un pequeño anillo que había robado de la mesilla de su madre. Una simple sortija de plata que se la había probado para ver qué tal le sentaba. A partir de ahí no recuerda nada.

Su mirada perdida intentaba buscar algo conocido, por absurdo que fuese, necesitaba algo que se asemejase a la habitación de sus padres, a su casa, a su calle, a su ciudad… Nada era como debía ser.

Decidió caminar por las calles. Buscaría algún sitio tranquilo para pensar; en ese momento, se acordó de lo que le gustaba ir con la bici al río. A ese paseo tan bonito lleno de árboles y flores, donde se respiraba tranquilidad.

De repente algo le llamó la atención. Era algo extraño, raro y bastante desconcertante. Al otro lado de la carretera estaba el edificio que fue su colegio, pero estaba metido en una gran burbuja azul. Era una estructura extraña: el material eran como millones de gotitas independientes unidas entre si por hilos transparentes. La bóveda podía llegar a los doce metros de alto; y de ancho, rodeando lo que antes era la cerca de ese pequeñito edificio blanco y azul. Esa verja verde en la que tantas veces había subido para jugar.

Si estoy en el colegio eso significa que estoy cerca de casa… Entonces, ¿porqué no me suena nada?

Su mirada se dirigió hacia un lado y hacia otro de la calle, buscando ansiosamente la calle que llevaba a su bloque de pisos. Lo único que veía era la acera de color negra, los bancos de color marfil y los grandes edificios cilíndricos sin ventanas y de un blanco impoluto. No había nadie por la calle, pensó que podía ser por la hora, pero por la luminosidad debería ser por la tarde. Miró hacia el cielo y chilló por la impresión. El cielo parecía estar compuesto por luces flotantes, pero si mirabas más allá era de un rojo intenso. Rodeando la ciudad había una cúpula como la que rodeaba el pequeño edificio; pero ésta, separaba la ciudad del medio exterior: del cielo rojo.

No puede ser de verdad mi ciudad, si fuese mi ciudad no estarían éstas estructuras tan raras. No habría aceras negras, ni edificios sin ventanas. No estría la ciudad cerrada por una bóveda, y el cielo no sería rojo. Si esta fuese mi ciudad, yo sabría como ir a mi casa. Si esta fuese mi ciudad no dudaría de que mi casa todavía siga en pie.

Comenzó a correr sin rumbo fijo, pero escudriñando con la mirada cada rincón de esas extrañas calles. No se percataba de miradas vidriosas que se escondían en las sombras de la ciudad. También había ojos en las farolas, en las alcantarillas… No se daba cuenta, pero la vigilaban.

Sin saberlo, llegó hasta la orilla de un ancho río. A cada lado se extendían dos extensas carreteras del mismo color blanquecino que el de los edificios. No había signos de vida animal o vegetal en los alrededores, y eso era preocupante.

¿Será este río MI río? Pero MI río no era tan ancho, y tenía una isleta en la mitad. Si estoy en mi ciudad, porque he visto mi antiguo colegio, este es MI río. Pero no es igual, está peor. No hay vegetación, no hay agua limpia, no hay nada. Nada de nada.

Continuó con su marcha bordeando el río, pero esta vez más lentamente. No sabía porque, pero había algo en esa atmósfera que la relaja. Puede que fuese el olor del agua, podía ser porque ya se sentía un poco más a gusto en esa ciudad, SU ciudad.

Podría parecer una tontería para cualquier otra persona, pero para ella, saber que quedaba algo de la antigua ciudad ya era un alivio.

En su paseo siguió fijándose en todos los senderos, en las casas e incluso en las papeleras. Eso era algo que le fascinaba de esa ciudad, todo estaba impoluto. No había papeles, chicle, colillas… no había ninguna mancha en el suelo. Se podría andar descalzo por las calles y tus pies seguirían limpios.

Con el paso de las horas(como mucho tres) empezó a sentirse otra vez cohibida por la ausencia de algún tipo de vida; así como sentirse prisionera dentro de una gran burbuja azul. Era una sensación de agobio y claustrofobia lo que sentía al andar bordeando la ciudad acompañada en todo momento por la pared de la cúpula.

Se paró de repente y se giró para quedar cara a cara con esa sospechosa pared. Extendió su mano y tocó el material. Sintió como la engullían las burbujas y como la expulsaron al exterior.

Fuera todo era diferente: la temperatura era insoportable, demasiado calor; si en el interior había pocos índices de vida, en el exterior era nula; y, como le había llamado antes, el sol: era una gran bola de fuego rojo, que fundía el color azul del cielo convirtiéndolo en una danza de colores cálidos.

Si el interior es mejor que el exterior es tontería permanecer fuera.

Después de unos minutos, se decidió por volver a ser engullida por la cúpula, y volver para investigar qué era exactamente lo que había pasado. Pero primero debería buscar un lugar donde dormir, así que, muy decidida, se tumbó en un banco de la ciudad, cerca de un pequeño puente a las orillas del río.