¡Gracias a Magiiebl0od por su review!
-.-
- ¿Saben que estás aquí? – pregunté por encima del ruido de la moto.
- Acabo de llegar – me respondió. ¡Qué emoción!
Bajamos en la puerta de casa. Le pedí que se mantuviera el silencio. Mamá y papá ya estarían allí. Íbamos a darles una sorpresa…
- Hola mamá – exclamé al entrar – ¡Mira quien ha venido a vernos!
- ¡Jack, hijo mío! – dijo mi madre cuando Jack, mi hermano mayor, entró.
Pasamos una comida muy amena. Jack iba a quedarse una semana. ¡Qué bien!
El fin de semana se me hizo muy corto. Teníamos tanto que hacer y tan poco tiempo.
El domingo por la tarde Jack me llevó a dar una vuelta en su moto. Me gustaba sentir el viento contra el casco y esa sensación de que todo vuela ante nosotros…
Atesoré cada momento que pasamos todos juntos, ya que no venía muy de seguido. El lunes cumplí el maldito castigo con Backer… Que asco…
El martes me levanté tardísimo. Iba a llegar tarde, pero Jack se ofreció a llevarme.
Cuando m soltó en la puerta del instituto, fui a devolverle el casco. Me dijo que a la salida vendría a por mí. ¡Mejor!
Me despedí y entré apresuradamente a la clase de Lengua.
- Hale, retraso – me saludó Backer nada más entrar – Menuda costumbre está cogiendo – estaba más malhumorado que los demás días.
- La moto se caló y… - dije mientras me sentaba y sacaba mis cosas.
- No me replique. Enséñeme los ejercicios que le mandé del examen – me espetó furioso… Si ya sabía yo que algo se me olvidaba…
- No lo he hecho – respondí simplemente y aparentando tranquilidad.
- ¿Por qué? – preguntó subiendo el volumen de su voz.
- Me parecía una tontería repetirlo cuando lo tenía bien hecho. Usted dijo que las que tuviéramos mal.
- Esa no es excusa. Cuando yo mando algo, se hace y punto – gritó. La cosa se había complicado – Yo soy la autoridad en el aula y tienes que respetarme.
- Si yo le respeto – estaba un poco asustada… mucho… bastante… Pero no era para que me hablara así – Sólo estaba dando mi opinión.
- ¡Nadie te la ha pedido!
- Usted – respondí inocentemente. Si él no me respetaba, dándome esas voces; pues yo… - O acaso no dijo…
- ¡FUERA DE MI CLASE! – me levanté y salí con la cabeza bien alta.
- Esos no son modales profesor Backer – respondí suavemente, cerrando la puerta. Si hubiera tenido algo en las manos, me lo habría tirado.
Cuando se acabó la clase, él salió y nuestras miradas se encontraron desafiantes.
- Señorita Hale. Debería cuidar mejor sus compañías. No creo que un chico tan mayor le convenga. La está perjudicando. Si sigue así, me veré obligado a llamar a sus padres otra vez – el mismo cuento siempre ¿Podría cambiar su repertorio?
- ¿Qué chico mayor? – pregunté entre extrañada y atónita.
- Usted sabe perfectamente quien es, Hale – y se fue… No le di importancia ninguna y seguí con mis clases.
Durante las clases del miércoles estuve pensando en el chico mayor que me dijo el profesor. Había pensado en todos ellos a los que había visto recientemente, y más aun que el profesor me haya visto con ellos… Tan sólo llegué a una conclusión. ¡Vaya una confusión que había en la cabeza de Backer!
Al finalizar la clase, intenté explicárselo.
- Por si le interesa, el dueño de la moto – dije señalando el casco – ese "chico mayor" del que usted habla, es mi hermano, el de la universidad – idiota…
-.-
Ojalá no le hubiese dicho absolutamente nada, porque eso empeoró todo. Me molestaba más que de costumbre, me suspendía exámenes más que aprobados y se podían contar casi con los dedos de las manos los días que no me había quedado sin recreo quitando grapas. Estaba harta de esta situación. Para la cual no ayudaba que mi profesor se pasara tarde sí y tarde también recordando viejos tiempo con matt en la librería.
Me estaba destruyendo y lo más extraño de todo era que no me disgustaba. Siempre estábamos alerta para atacar y siempre acababa en el despacho del director por culpa de mi "viperina lengua" como la había llamado en algunas ocasiones. Mis padres no sabían que hacer conmigo. Por que fueron notificados de cada uno de mis castigos personalmente por el señor Backer.
Pero lo peor llegó las últimas semanas de clases, antes de las vacaciones de Navidad.
Ese día teníamos examen final de Lengua.
Todos mis compañeros estaban agobiados repasando los apuntes que el tonto de Backer nos había dado, los mismos que ni había mirado. ¿Para qué? Si ya sabía lo que iba a pasar.
Inmediatamente después de tocar el timbre, apareció el profesor. Qué hombre tan puntual…
- Recoged todas las cosas – dijo yendo por cada mesa. Buenos días a usted también profesor – No quiero ver nada sobre vuestras mesas. No empecéis hasta que todos tengáis el examen. Si tenéis alguna duda levantad la mano y os atenderé. Si veo a alguien copiando, que se despida de sus vacaciones – finalizó entregándome el último papel – Empezad.
Yo escribí mi nombre y me quedé mirando al profesor. Nunca me había fijado en lo bonito que eran sus ojos… ¡¿Qué estaba pensando?! Era mentira. Yo no había pensado eso. Había sido mi subconsciente que se había ablandado por una comedia romántica que vi el otro día en el cine. Si era eso… Los ojos del profesor se encontraron con los míos. ¿Por qué mi corazón se había puesto a latir tan rápido?
- ¿Algún problema Hale? – preguntó.
- No – negué bajando la cabeza ruborizada. Me puse a leer las preguntas del examen y pensé en renunciar al plan que me había formado; pero luego vi como sonreía sarcásticamente mientras seguía con la lectura que había interrumpido. Apreté los puños conteniendo la ira. Era el momento. No habían pasado ni diez minutos desde el inicio de la clase cuando me levanté y entregué mi examen al profesor.
- ¿Qué hace señorita Hale? Su examen está en blanco.
- Le estoy dando un auténtico motivo para que me suspenda, me castigue y llame a mis padres – contesté lo más tranquila posible, saliendo de clase. Se me olvidó coger la mochila, pero daba igual. No iba a volver a entrar. Me temblaban las piernas y tenía un nudo en la garganta. Sólo se me ocurrió ir al baño de mujeres. Apoyé la espalda en la pared y me dejé caer. Envolví las rodillas con mis manos, escondiendo entre ellas la cabeza. Entonces el llanto vino solo. ¿Por qué no podía parar de llorar? ¡Ah, si! Porque había arruinado mi vida. Ya no podría ir a la universidad. No sé cuanto tiempo estuve sola allí, pero no quería salir. Escuché pasos acercándose. Como fuera él, me lo cargaba…
- Hale… - me llamó el profesor Backer con voz cansada, pero yo no contesté – Hale vuelve a clase y retome su examen.
- ¡No! – le miré. Estaba arrodillado a mi altura.
- Te estoy dando otra oportunidad. Sé que puedes hacerlo.
- ¡Pues no quiero! – grité aunque ya no hacía nada por ocultar mis lágrimas – Ya ¿para qué? Mis notas han empeorado ¡Y todo por su culpa! ¿Se divierte? ¿Le hace gracia ver como los demás se ríen de mí? ¿Es tan gracioso haber destruido mi futuro? ¿Se reirá cada vez que me vea trabajando limpiando escaleras en vez de con una buena beca en la universidad? ¡Dígame! ¿¡Lo hará!? – ya lo había soltado, pero no me sentía mejor, todo lo contrario… ¿sería por ver la culpabilidad pintada de azul en sus ojos?
- Yo no pretendía eso – admitió mirándome – Sólo quería que te esforzaras aun más. Fue idea del director. Él quería aprovechar tu potencial para mejorar el status del instituto. Pero yo no supe canalizarlo y lo siento.
- Por mucho que le perdone, nadie va a cambiar lo que ha pasado. Pero no puedo culparle. Ya todo da igual. Tendré que dejar el instituto y buscar otro trabajo.
- Pero no puedes dejar de estudiar – exclamó Backer.
- Mis padres me lo advirtieron. No iba a estar mantenida. Si no sacaba buenas notas, me pondría a trabajar. Y desde que usted llegó, desde que todo esto comenzó me lo repiten cada día – me asusté porque tocó el timbre. Ya era hora de irse a casa, pero nuestra conversación no había acabado.
- Yo buscaré la forma de convencer a tus padres. Te lo prometo – le miré enternecida. Él sólo limpio con delicadeza las pocas lágrimas que me quedaban – Vamos a clase, Marie – me tendió la mano, ayudándome a levantarme.
Aquella fue la primera vez que pensé que quizás me había equivocado…
Fuimos caminando en silencio hasta el aula, ya no quedaba nadie. Solamente él y yo… ¿Por qué sentía cierto nerviosismo ante esta perspectiva? Últimamente, tenía bastantes preguntas sin responder.
- ¿Ha dejado a mis compañeros solos haciendo el examen? – pregunté curiosa, cuando entramos en clase.
- No – rió – estaban con el profesor de guardia – su maletín aguardaba encima de la mesa, junto con los exámenes. Levantó el mío de entre el montón - ¿De verdad no quieres hacerlo? Estoy seguro de que te sabes las preguntas.
- No sería justo.
- Pues, entonces, esto será lo que haremos – comentó acercándose más a mí – Mañana recibirás una citación. Diles a tus padres que te ha ido mal en este examen. El viernes en la hora de tutoría hablaré con ellos. Pero es muy importante que te comportes como siempre, como si no hubiéramos tenido esta conversación. Échale un poquito de teatro. Te prometo que al final recuperarás la asignatura.
- ¿De qué modo?
- Pues…
-.-
Llegué a casa más tarde de lo normal.
- ¿Marie? ¿Por qué vienes tan tarde? – preguntó mi madre.
- Tenía examen de Lengua a última hora. Me surgió un problema y el profesor me dejó quedarme un rato más.
- ¿Qué problema? – siguió suspicaz mientras me sentaba a comer.
- Se… Se me reventó el bolígrafo y tuve que repetir todo lo había escrito – suspiré… Uf. Nunca se me había ocurrido una mentira tan rápido. No les iba a hacer nada de gracia la bendita citación, porque cuando vine de clase el jueves mis padres me esperaban en el salón cruzados de brazo. En cuanto introduje las llaves en la cerradura, supe que había llegado el momento.
- Marie Claire Hale – me llamó mi padre por mi nombre completo. Mal presagio. Caminé hacia ellos resignada…
Por el camino recordé las palabras del profesor "Échale un poquito de teatro. Te prometo que al final recuperarás la asignatura."
- ¿Para qué nos ha mandado tu profesor esta citación?
- Ayer no me fue muy bien en el examen y quiere hablar con vosotros – respondí tímida, mirándome los zapatos – Pero…
- Marie te advertimos que si no te comportabas, te sacaríamos del instituto.
- ¡Papá! Yo lo he intentado. De veras que lo he hecho, pero el profesor Backer es muy duro y yo me he matado estudiando y ya… no sé que hacer – comencé a sollozar, seguro que unas lágrimas de cocodrilo les ablandarían – Y de verdad que nadie se ha esforzado más que yo y me duele no poder sacar la asignatura después de todo lo que he trabajado… - cubrí mi cara con las manos, en parte para intentar no reírme. Mi madre se acercó y me rodeó los hombros.
- Peter – dijo mi madre – Debemos confiar en ella. Siempre ha sabido como salir de los apuros – mi padre lo meditó unos minutos.
- Hasta ahora nos has demostrado que eres muy responsable. Achacaré tu descuido a la edad. Estas en un periodo de descontrol y sinceramente. Creía que iba a ser peor. Pero te advierto que no volveré a dar mi brazo a torcer. Además ayer vi que en la pescadería necesitaban un ayudante – yo tragué saliva y di las gracias a mi público por mi mejor actuación.
El día transcurrió normal. Pensé que si de verdad lo de mis estudios salía mal, encontraría un papel en el mundo del espectáculo. Reí ante la idea.
Mañana sería un día. A parte, tenía el último examen de Historia. Aunque en Lengua fuera tan mal, me seguía manteniendo.
Después de cenar fui a dormir. Aunque no había hecho nada fuera de lo común, me sentía agotada.
Desperté presa del nerviosismo. ¿Saldría todo bien?
Confiaba en el profesor, pero no en mí misma. No estaba segura de si sería capaz.
Llegué a clase como siempre. Me centré en prestar atención, pero era imposible. Mi mente estaba en la última hora y en el profesor Backer.
De repente, me encontré recogiendo mis cosas para dirigirme al departamento de Lengua. ¿Cómo había pasado tan rápido el tiempo?
Por el camino me encontré a mis padres y fuimos juntos en silencio.
El profesor no tardó en llegar. Mis padres entraron primero. Él me cedió el paso, mientras me guiñaba el ojo. Yo le sonreí y todos mis temores se disiparon. Cuando le vi doblar la esquina del pasillo, supe que nada iba a salir mal. Su sola presencia me tranquilizaba. Ya ni siquiera estaba nerviosa…
Sonreí aun más cuando vi las grapas que había quitado. Le había pedido al profesor que me las guardase. Él accedió extrañado. Volví al mundo cuando me senté en la silla entre mis padres y con el profesor de frente.
- Señores Hale – comenzó con su voz tas grave y aterciopelada. Suspiré sin darme cuenta – soy conciente de que muchas veces los alumnos no se acostumbran a un profesor. No es culpa de nadie, simplemente pasa. Es el caso de su hija. Ella y yo hemos tenido nuestras diferencias y ha afectado al rendimiento de Marie en la materia. Sé perfectamente de lo que su hija es capaz – tomó un folio de una carpeta y se lo paso a mis padres. Era un examen de esos que él me había suspendido. Ese no era el examen final…Pero ellos no lo sabían – Hay días mejores que otros. Los nervios a veces nos juegan malas pasadas y esta vez le fallaron a la niña, aunque no fue lo único – casi sonreí al escuchar eso. Le había contado mi mentira del bolígrafo para tener una coartada y para que m encubriera – Marie tiene un gran futuro, pero no por ello podemos aprobarla. Por eso voy a darle otra oportunidad. Durante las vacaciones podrá tomar clases complementarias conmigo. Solo serían tres horas y al final le tomaré un examen. Si le aprueba, aquí no ha pasado nada. Pero yo no puedo hacer más por ella… Si están de acuerdo, por su puesto – finalizó. Me había quedado embelesada con su discurso mirándole, absorbiendo cada palabra. Me encontraba cono flotando hasta que escuché la voz de mi padre.
- Me parece correcto. Esta niña merece un castigo y si no ha trabajado durante el curso, lo lógico es que lo haga en vacaciones.
- ¡Si hombre! – yo ya lo sabía, pero debía protestar; si no sería demasiado sospechoso… - Eso es una injusticia. No podéis decidir por mí. Profesor, no pienso venir en vacaciones. Me parece…
- Marie – me cortó con una sonrisa sarcásticamente ¿encantadora? Me podía imaginar lo que venía ahora – No estamos pidiendo tu opinión. Será de 10:00 a 13:00. No es un gran sacrificio ¿verdad? – me enfurruñé teatralmente. La charla siguió hasta que tocó el timbre y nos fuimos. Al salir la mano del profesor rozó con la mía y no supe por qué pero… me ruboricé.
Las vacaciones empezaban dentro de dos semanas y no sabía porqué estaba impaciente porque comenzaran.
¿Qué ocurriría?