Notas: ¡Hola! Hoy es un día muy especial. El cumpleaños de mi muy querida hermana, amiga y autora... ¡marinav92! Hoy cumple otro año más de vida y en su honor, va esta historia de regalo.
¡Feliz cumpleaños, hermana mayor! Espero que disfrutes infinitamente tu día especial, no pares de sonreír, que recibas muchos regalos y comas muchos muffins... y que te guste el regalo, claro. Dios te bendiga y te guarde, a ti y a tu familia, ¡Te quiero mucho!
Dedicatoria: marinav92
Géneros: aventura, suspenso, fantasía oscura y romance, con algo de drama.
Advertencias!: violencia, peligro, momentos de trauma, pedofilia, mucha pasión y amor natural.
Título: "Lost in Paradise"
Si hubiera sabido que una serie de acontecimientos muy extraños iban a cambiar su vida, quizá no habría aceptado ir con sus padres a cumplir una misión. Tal vez, hasta lo habría evitado.
Resopló, intentando apartar algunos mechones rubios que se pegaban a su frente, debido al intenso calor que lo hacía sudar. Alzó la mirada, aliviado al notar la entrada a la ciudad de Ramadi, en Irak. Habían llegado a su primera parada. Sin embargo, su alivio momentáneo se transformó en frustración rápidamente. Una aglomeración de viajeros a su alrededor junto con el sofocante calor, no era lo que tenía en mente como recibimiento.
La ciudad en la que se encontraban era muy famosa por su comercio y tráfico de mercaderías, tanto legales como ilegales, pero eso no parecía importarle a muchos. Se vendía fruta fresca, verduras, carne, leche de vaca y cabra, animales de carga, pieles, especias, objetos valiosos... había de todo.
El rubio acomodó el equipaje que llevaba en los hombros y suspiró. No estaría haciendo aquel viaje si no le gustara lo que había optado por seguir en la vida, y sólo tenía diecisiete años. Había decidido servir a Dios, igual que la mujer que lo trajo al mundo.
Su madre, una bonita mujer rubia, de piel pálida y ojos castaños, volteó a verlo y le sonrió, dulcemente.
—¿Te encuentras bien, cariño? —el muchacho asintió, sonriéndole de vuelta a su madre.
—Estar caminando durante más de cuatro horas no es muy placentero, mamá —aunque cansado, el joven no perdía su buen humor al estar junto a su familia, "Quizá podamos comprar otro camello, considerando que el anterior escapó" pensó, avergonzado. Un gran regaño es lo que obtuvo de sus padres cuando él les había dicho que el camello en el que iban se había "extraviado".
No habían estado viajando a pie, claro que no. En un descuido, el animal huyó de la posada en la cual se habían quedado, mientras Paris estaba de guardia. Sacudió la cabeza, esfumando esos recuerdos.
—¿Ya vamos a comer? —preguntó, sacándole una sonrisa divertida a la mujer.
—Siempre tan glotón, Paris —detuvieron su andar, apartándose un poco del camino, debido al trabajo de algunos obreros en la zona— Ya hemos llegado a Ramadi, así que no tendrás que esperar más... —volvió a mirar el poblado, alegremente— Aquí podremos descansar y comer un poco, antes de seguir con nuestro viaje —sus orbes de color castaño se posaron en la figura de su esposo, quien la tenía abrazada por las caderas con un brazo— Tendremos que unirnos a una caravana. Sería peligroso viajar por la noche en el desierto, con tantos ladrones por ahí, querido.
El hombre no pasaba de los cuarenta y cinco años. Tenía el cabello y ojos de color marrón, y la piel algo pálida, pero no tanto como la de su esposa. A pesar de la edad, aún tenía un buen cuerpo masculino, fuerte y musculoso.
—No te preocupes, tiene que haber alguna —le sonrió a su mujer, suavemente— No entiendo el motivo de tu miedo, siendo que estoy aquí para protegerlos, pero será como tú quieras, Linda.
—Romeo... —un sonrojo fue poblando las mejillas de Linda, notablemente.
Su marido tenía aquel efecto en ella, no podía evitarlo. Lo abrazó con cariño, apoyando la cabeza en su fuerte pecho. Romeo sonrió, besándole la frente. A pesar de ser caracterizado como alguien muy serio, le gustaba demostrarle a su familia que los amaba.
Paris tomó la cantimplora que traía, pero notó que ya no había agua y carraspeó, interrumpiendo el momento romántico.
—Perdón, tengo la garganta seca y necesito beber algo —se disculpó el menor.
—Es verdad, ya casi no tenemos agua —recordó Romeo— Iré por más, espérenme aquí —ordenó, perdiéndose entre la multitud. Mientras desaparecía por la cantidad de gente, Linda miró a su hijo y sonrió, animadamente.
—Vamos a conocer el lugar, cariño... ¿Me acompañas? —Paris posó la vista en su madre, sonriendo divertido. Sabía que le encantaba hacer enfadar a su padre por cariño, y a veces lograba su cometido cuando no lo obedecía.
—Claro, madre.
Justo en el momento en que abandonaban la entrada, tres hombres ingresaron a la ciudad, a través de las altas murallas de piedra que la rodeaban. Todos tenían puesto una misma vestimenta, que constaba de una túnica blanca (kandora*) y un velo negro en la cabeza (hatta*), amarrado con un hilo de gran resistencia, lo que indicaba que probablemente habían estado caminando por el desierto, bajo el sol, durante días. Uno de los tres tenía una larga cadena de hierro en la mano. Al parecer, traía algo consigo.
—Muévanse —ordenó secamente, estirando con brusquedad la cadena.
Un gran número de jovencitas iban encadenadas del cuello por la misma cadena, obligándolas a seguirlos. Apenas tenían alguna ropa que lograba cubrirlas de vista, aunque su desnudez era muy notable. Algunas estaban maquilladas y bien peinadas, pero no tenían una sonrisa en los labios. En cada par de ojos podía apreciarse el miedo y el terror que sentían al verse en aquel estado.
—¿Por qué decidiste venir, Mohamed? La ciudad es pequeña, no hay mucha mercadería aquí —habló uno, refiriéndose a las muchachas que tenían detrás— Será un desperdicio para el negocio.
—No te precipites a hablar, hermano —advirtió el que parecía liderarlos, sin detener su caminata a paso firme. Cualquiera que lo viera se volvería una masa de nervios, ya que su sola presencia intimidaba hasta al más valiente de los hombres— Algo me dice que no nos vamos a arrepentir...
-/.../-
La ciudad de Ramadi no sólo era conocida por su comercio, sino que también por la gran cantidad de artistas callejeros y músicos que poblaban sus calles, cada quien con su vestuario irreproducible y sus espectáculos aún más únicos.
Cierta joven de gran belleza, observaba con atención el acto de un hombre que tragaba fuego, para luego escupirlo en el aire, sin haberse quemado la boca. Otro joven, algo mayor que ella, la acompañaba y observaba la escena también, sólo que él no la encontraba interesante. Al finalizar, los demás espectadores aplaudieron y la chica se acercó para darle unas monedas de oro.
—¡Gracias, mi bella dama! —exclamó el artista, sonriente— ¡Que Alá se lo pague! —hizo un pequeña reverencia y se alejó.
—No deberías malgastar lo último que nos queda para volver a nuestro hogar, hermana —se acercó el muchacho.
Era alto, bien parecido y con un cuerpo musculoso, pero no tanto. Cabello negro azabache, rebelde, pero con buen estilo, y ojos platinos. Iba muy bien vestido, tanto que a simple vista, cualquiera diría que pertenecía a la alta sociedad... y, en efecto, así era.
—Hunter, por favor... ¿Quieres dejar de preocuparte tanto? —habló la joven, suavemente y con una sonrisa de lado— Usualmente, soy yo quien tiene ese papel —siguieron caminando entre la gente, admirando cada rincón.
—Esta vez es diferente, yo estoy a tu cargo —le recordó Hunter, frunciendo el ceño— Tú aún eres menor de edad y estás viajando conmigo. Sólo estoy cuidándote, Tanya —su hermana rodó los ojos— Y así será hasta que lleguemos a Damasco, junto a mamá y papá.
—Claro, lo que tú digas —Tanya se encogió de hombros, sin detenerse.
Al otro lado, el hombre de la túnica blanca se apoderó del centro del mercado de comercio. Sus dos hermanos obligaron a las muchachas a pararse en línea recta, firmes, aunque con la cabeza gacha, para que los clientes pudieran apreciarlas mejor.
Los interesados fueron acercándose y, muy pronto, el lugar estuvo lleno de hombres, y algunas mujeres, que participaban de la subasta por esclavas. Mohamed no tenía una sola pizca de compasión por alguna de ellas, y si algún cliente estaba interesado en comprar a una chica, él simplemente le arrancaba la ropa y la dejaba expuesta a la multitud. Él lo denominaba "calidad" de la mercancía.
Paris y Linda iban pasando por ahí y se detuvieron al notar el conjunto de personas. El rubio alzó la cabeza e intentó ver por sobre la gente. Frunció el ceño al ver a todas las jóvenes, semidesnudas y maltratadas. Jamás en su vida había visto algo así.
—¿Qué sucede ahí, mamá? —preguntó, volviendo a fijar la vista en su madre— ¿Por qué esos hombres maltratan a las menores? Nadie tiene tal derecho...
—Sí... lo sé, hijo —musitó Linda, viendo con lástima la escena— Son traficantes de esclavos. Esos hombres venden personas. Tratan a su prójimo como una mercancía, como un objeto —la impotencia se apoderó de su mente, simplemente deseando que se acabara.
—¡Ningún ser humano es un objeto! ¡No tienen precio! —exclamó, igual de indignado.
—Desgraciadamente, en muchos lugares como este, es algo totalmente legal... Todos lo ven como algo normal, Paris —junto sus manos, preocupada— Pero nosotros sabemos que está mal, cariño.
Los ojos rojos del muchacho se enfocaron en aquel que se encontraba hablando y estableciendo los precios. Sin importar nada, se adentró al grupo, aprovechando un momento de distracción por parte de Linda. Llegó al frente, apartando a otro hombre, para quedar justo frente a una de las muchachas. Una simple tela sucia le cubría el pecho, dejándola desnuda de la cintura para abajo. Paris fue invadido por una gran pena y se quitó el chaleco de color ocre que traía encima de una camisa de mangas largas, blanca. Intentó ponérselo en los hombros a la pobre chica, pero un golpe lo separó de ella, tirándolo al suelo.
—¿Qué crees que haces? —espetó uno de los hermanos, aún con su puño en alto— Si no la compras, no la toques —tomó el chaleco que el rubio le había puesto a la chica, quien no se había movido, y se lo arrojó a la cara.
Paris parpadeó un poco, poniéndose nuevamente el chaleco y fulminando con la mirada al que parecía ser el líder. Sintió un dolor punzante en el labio inferior y llevó un dedo cuidadosamente a esa parte. Ahogó un gemido de dolor, notando la sangre que emanaba de ahí.
—¡Paris! —su madre lo ayudó a levantarse, pero fue su padre quien había mencionado su nombre con preocupación— ¿Estás bien, hijo?
—No debiste intervenir —susurró Linda, viendo su herida con preocupación— Mira lo que te hicieron... —volteó a ver al que lo había golpeado, seriamente— Espero que el Señor se apiade de tu alma, porque arderás en el infierno por el camino que has tomado. Aún no es tarde para cambiar...
—Déjalo, Linda —intervino Romeo, lanzándole una mirada fría al agresor de Paris— Vámonos.
Su esposa asintió, tomando de los hombros a su hijo para salir de entre la multitud.
Mohamed observó toda la escena, sin mover un sólo músculo. Su hermano seguía hablando, mientras que el otro, quien acabó de reaccionar mal, exhibía a una de las esclavas. Alzó la vista y sus orbes, negros como la noche, se abrieron de par en par, impactado. Jamás creyó ver semejante perfección en toda su vida. Detrás de toda esa gente, junto a un puesto de animales exóticos, vio a una hermosa jovencita.
—Aquel hombre ofrece cuarenta monedas de oro por... ¿Mohamed? —el menor intentó hacer reaccionar a su líder, chasqueando los dedos frente a él.
El árabe ignoró a su compañero, comenzando a caminar entre la gente. Se acercó lo suficiente para admirar la belleza natural que desprendía y sonrió de lado. Musitó unas palabras en su idioma natal, sin dejar de verla, logrando llamar su atención. Ella volteó y lo observó, confundida.
—¿Qué está diciendo, Hunter? —le preguntó a su hermano, algo temerosa por la mirada que aquel desconocido le dirigía.
—Estoy tan desconcertado como tú, Tanya —respondió, viendo con cierta desconfianza al hombre y asegurándose de mantener cerca a su hermana.
—El conocimiento de un animal es limitado —habló el árabe, usando un tono despectivo. Hunter no supo si tomarlo como un insulto hacia su persona— Al igual que su visión, incapaz de apreciar la belleza de... —pasó su dedo índice por la mejilla de la chica, suavemente—...una flor de desierto. Hermosa en todo sentido de la palabra.
Su mano fue bruscamente apartada por un manotazo de parte del hermano mayor, quien apartó a Tanya, poniéndola detrás de él, viendo al hombre de forma amenazante.
—No tiene ningún derecho de tocarla —advirtió, lo suficientemente bajo para no llamar la atención.
—Perdone usted mi atrevimiento —se disculpó, con burla— No pude evitar sentirme atraído por semejante delicia de criatura.
Una sonrisa maliciosa nació en sus labios al notar que el enojo de Hunter crecía por cada palabra.
—Quizá el tráfico de esclavos pueda no importarle a muchos —interrumpió una voz masculina— Sin embargo, si hablamos de pedofilia, las consecuencias podrían ser graves.
Mohamed giró un poco la cabeza y miró sobre su hombro. Paris alzó la ceja, retándolo con la mirada. Hunter y Tanya lo vieron sorprendidos, y a la vez agradecidos por su intervención.
—¿Tú? ¿Otra vez? —cuestionó, sin dejar de verlo— Te encanta meterte en problemas, imagino.
—No tiene idea...
Tanya lo observó con curiosidad. Debía tener su edad, o quizá era un poco mayor. Su cabello rubio, despeinado y sus ojos rojos, aunque de un color extraño, eran penetrantes. Su piel era pálida bajo el sol, pero lo que le llamó la atención fue cierto matiz de travesura en su rostro. Tenía un cuerpo bien trabajado y perfecto. Estaba vestido con unos pantalones de color marrón, una camisa de mangas largas, blanca y hecha de algodón, y un chaleco de cuero, color ocre y lo usaba abierto. Era muy guapo, no lo podía negar.
—Poco le importa al gobierno la declaración de unos niños —sentenció el hombre, mostrando una sonrisa de triunfo.
—Los niños están bajo protección —declaró otra voz masculina, detrás del rubio— Usted tiene una gran obsesión con la esclavitud, Chacal —Mohamed gruño ante la mención de su sobrenombre. Romeo cruzó los brazos sobre su pecho.
—Al gobierno sí le importará el veredicto de dos adultos —Linda imitó el tono de su marido, firmemente.
—Así que si no deja a la señorita en paz, lo va a lamentar —finalizó Paris.
El árabe entrecerró los ojos ante la presencia de los tres visitantes. Nadie le impedía hacer lo que él quería, y esta vez no sería la excepción. Metió su mano en una pequeña bolsa que traía y se acercó a Romeo. Puso unas monedas de plata en su mano izquierda y sonrió de lado.
—¿Le parece un precio razonable por la joven? —preguntó, muy calmado— Podemos llegar a un acuerdo, porque puedo pagar más.
Los demás abrieron los ojos a más no poder... ¿Quería comprarla?
Hunter y Paris fueron invadidos por unas ganas de romperle la cara, pero Linda y Tanya lo impidieron. Romeo frunció el ceño y arrojó el dinero a un lado.
—Lárgate de una vez —amenazó, fríamente. El Chacal lo miró un momento y, finalmente, se alejó.
El único descendiente de la familia Belle miró a los hermanos, pero su atención se centró en la chica. Su aspecto era delicado, hasta podría decirse que frágil. Tenía el cabello hasta el final de la espalda y lacio, de un color castaño rojizo. Tez clara, nada pálida, y ojos castaños, enmarcados por unas finas pestañas negras. Bajo aquel fino vestido de color crema, tenía un hermoso cuerpo. El corsé de color blanco marcaba su cintura y un pequeño escote dejaba a la vista el nacimiento de sus pechos.
Al sentirse observada, Tanya alzó la vista y, por primera vez, ambas miradas se encontraron.
—Gracias por su ayuda —la voz de Hunter sacó a ambos de aquel trance— Nos ayudaron, aunque no era su deber. Estamos en deuda con ustedes.
Linda sonrió, amablemente— No hay problema, fue un placer —guiño un ojo, divertida— A juzgar por las apariencias, diría que son extranjeros, ¿También están viajando?
—De hecho —habló Tanya, por primera vez.
—Disculpen mi mala educación, no nos hemos presentado —sonrió su hermano, algo apenado— Mi nombre es Hunter Vandom y ella... —miró a la menor—...es mi hermana, Tanya.
—Un placer —saludó, suavemente.
Romeo alzó una ceja, "¿Vandom? ¿Serán hijos de...?" pensó, viéndolos cuidadosamente, "Hace años que no hablo con ellos, quizá..."
—¡El placer es nuestro! —soltó Linda, emocionada— Mi nombre es Linda Hayden —posó una mano en el hombro de su marido— Él es mi esposo, Romeo Belle...
—Mucho gusto —asintió, sin mostrar emoción alguna en su rostro.
—Perdónenlo, es muy serio —sonrió, divertida. Volteó a ver a su hijo— Y él es nuestro hijo, Paris.
El mencionado sólo sonrió.
—Somos misioneros de Inglaterra, servidores de Dios —explicó la mujer, dulcemente— Excepto mi esposo, él nos está acompañando.
—Debo suponer que aquel hombre estaba en lo correcto —habló Romeo, llamando la atención de ambos— ¿Dónde están sus padres? ¿Por qué dos niños están viajando solos?
Hunter sonrió, despreocupadamente— Con todo respeto, yo soy mayor de edad y tengo la custodia de mi hermana, por el momento. Así que no está sola y puedo cuidarla —Tanya se cruzó de brazos y desvió la mirada en rebeldía— Nuestros padres nos esperan en Siria. Estamos volviendo de un viaje.
—Señor... —el joven Vandom volteó hacia un hombre que acababa de llegar y le hacía una reverencia— Perdonen la interrupción, pero la caravana está lista para partir.
—Oh, que bien —soltó un suspiro de alivio y sonrió— Gracias por avisar, enseguida vamos —volvió a mirar a la familia— De nuevo, muchas gracias por su ayuda. Debemos irnos, fue un placer.
—Un momento... —los detuvo Linda— ¿Van en una caravana? —ambos hermanos asintieron.
—Nuestro destino es la ciudad de Damasco, señora —le informó Tanya, educadamente.
Linda sintió el gozo llenar su estómago, y no evitó dar pequeños brincos de emoción.
—¿Podríamos unirnos al viaje? Verán... —relató— Desde hace un mes que estamos tratando de llegar a la ciudad, pero perdimos nuestro único transporte, y no creo que podamos llegar a pie. Además, el desierto es peligroso.
—Entiendo, pero la decisión no me corresponde —Hunter volteó a ver al hombre de edad que los acompañaba— Deben preguntárselo al dueño.
—Tenemos dinero de ser necesario. No tanto, claro... —se justificó la mujer, ante la mirada reprobatoria del anciano— Los servidores del Señor no poseen muchos bienes, preferimos dar antes que recibir.
—Lo siento, me temo que no tenemos más espacio —informó, seriamente— Igualmente, el viaje tiene un precio.
—Por favor, de verdad necesitamos ir —pidió Romeo con amabilidad— Tuve la suerte de encontrar una yegua, así que no debe preocuparse por el espacio.
—Aún no lo sé...
—Por favor —susurró Hunter— Deja que vayan, después de todo les debemos un favor.
—Señor Vandom, no puedo dejarlos viajar si no tienen el dinero —se negó el anciano, viendo el monto que tenía Linda— Lo lamento, pero no poseen la cantidad exacta.
—En todo caso, nosotros pagaremos lo que hace falta —el comentario sorprendió a todos, más aún porque lo había dicho Tanya— No tendrás problemas con el dinero, así que puedes preparar un lugar para ellos. Irán con nosotros.
—Si, mi lady.
Linda la abrazó, efusivamente. Acto que sorprendió a la muchacha y a los demás.
—Muchas gracias, cariño —sonrió al separarse, acariciándole la cabeza.
—...No hay problema —respondió, mostrando una pequeña sonrisa, ocultándola un poco bajo el caro abanico que traía, antes de irse.
La mujer observó su comportamiento, algo confundida, sacándole una risa al hermano mayor.
—No se preocupe. Mi hermana es así... —sonrió, burlón— A veces pienso que no sabe relacionarse, o es que no quiere hacerlo.
—Pues, tiene cierto parecido con mi Romeo —guiñó un ojo, divertida— Simplemente, no le gusta sociabilizar —el hombre rodó los ojos, mientras un ligero sonrojo aparecía en sus mejillas.
La caravana partió al mediodía, saliendo de la ciudad e iniciando el tan esperado viaje. Sin que nadie lo notara, un par de ojos observaban a la joven Tanya desde lo alto de las murallas de piedra, sin perderla de vista.
-/.../-
Un gran manto oscuro cubrió el cielo, marcando el final del día. Los diminutos luceros estelares iban iluminando la noche, poco a poco.
—Paris —llamó Linda, una vez acabada la cena en familia— ¿Podrías traer un poco de agua del pozo?
—Sí, madre —el rubio dejó a un lado el plato vacío, levantándose de su lugar para tomar una cubeta de madera y salir del cuarto.
Habían llegado a una posada muy antigua. Todo estaba construido con piedras y el lugar era abierto. Las habitaciones estaban pegadas, una al lado de otra, siendo la mayoría del mismo tamaño, fácilmente cabían dos o tres personas. No tenían puertas, sólo una tela que cubría el interior de vista, al igual que las ventanas de cada habitación. En el centro del lugar, había un espacio seco y árido, en el que también se encontraba un pozo.
Iba tan distraído que no notó que alguien venía en dirección contraria a él y terminaron chocando. Al parecer, la otra persona regresaba de haber sacado agua del pozo, ya que todo el contenido del cántaro que traía, se había derramado.
—Maldición... —murmuró el extraño— ¡Fíjate por donde vas!
Paris reconoció esa voz, inmediatamente. Frente a él, se encontraba un joven, quizá de su misma edad, con una expresión adolorida en su rostro.
—¿Joshua? —al oír su nombre, el chico alzó la vista, sorprendido— ¡Joshua, amigo!
—¡No puedo creerlo, hermano! —Joshua abrazó a su mejor amigo, dándole unas palmadas en la espalda— ¿Dónde has estado? No he tenido noticias de ti desde hace un mes.
—Sí, perdona... Tuvimos un pequeño problema durante la misión. No te preocupes, estoy bien —chocó los puños con él, sonriendo— Me sorprende verte... ¿Qué haces aquí?
—¡Hey! ¿Me estás echando? —ambos rieron. El rubio lo golpeó suavemente en el hombro— Estoy volviendo a Inglaterra. Claro, primero debo llegar a Damasco, tomando la ruta once.
—Entiendo —asintió, volteando a ver el pozo— Disculpa el golpe, estaba distraído.
—Nah, descuida... —sonrió de lado, extendiéndole el cántaro— Tú lo llenas de nuevo, amigo. Ahí tienes tu castigo —musitó, divertido. Paris alzó una ceja, imitando la sonrisa.
—Muy gracioso, Van Der Veen.
Joshua Van Der Veen era su mejor amigo desde muy pequeño. A pesar de ser un año mayor que Paris, era el más inmaduro entre los dos. Pervertido, muy cómico, amable y buena persona. Joshua era el niño bueno del dúo, y hacían casi todo juntos. Tenía la piel pálida y era delgado, no tenía tantos músculos como el rubio. Su cabello desordenado y de color naranja combinaba a la perfección con sus ojos verdes. Usaba unos pantalones de color marrón y una camisa de mangas largas blanca.
Terminó de llenar ambos recipientes con agua y le entregó el cántaro a Joshua.
—Me alegra encontrar una cara amistosa —mencionó Paris, en tanto caminaban de regreso— Todo el viaje ha sido aburrido, no tengo a nadie con quien conversar, excepto a mis padres, claro.
—Me imagino —rió, aún sujetando el cántaro— Después de todo, no puedes vivir sin mí. Me amas, cariño —bromeó.
—Uy, como no tienes idea —le arrojó algo de agua de su cubeta.
—¡Hey! —se quejó Joshua, sonriendo de lado— Tú lo pediste... —así comenzaron a jugar con el agua, igual que dos niños.
Los demás comenzaban a verlos raro, otros con diversión. Siguieron jugando un rato más, hasta que llegaron cerca de una ventana abierta.
—El té ya está listo, hermana —anunció una voz masculina.
—Gracias... —contestó otra femenina, llamando la atención de Joshua— Ya voy.
El muchacho se detuvo, sintiendo curiosidad por la conversación. Paris lo miró, extrañado por su comportamiento. El mayor se acercó a la ventana y trató de observar a través de ella.
—¿Qué haces? —preguntó el rubio, confundido— Joshua...
—¡Shh! —exigió silencio, mientras le hacía una seña con la mano— Ven, mira esto.
Paris alzó una ceja, pero obedeció y se acercó hasta quedar junto a él. Detrás de las cortinas, pudieron ver la figura de una chica. Estaba de espaldas a ellos, acariciando su largo cabello frente a un espejo. Una fina toalla blanca la cubría de la cintura para abajo, dejando al descubierto la piel de su espalda, aunque no podían ver con claridad el reflejo de la parte de adelante. Un fuerte sonrojo se asomó en las mejillas de ambos muchachos al notar que la joven pasaba un paño húmedo por su hombro, suavemente... Estaba bañándose.
—Wow... —murmuró el amante de las mujeres— Que hermosa.
El joven Belle pareció despertar de su trance, aumentando el color carmín en sus mejillas ante el comentario de su compañero. Sacudió la cabeza y tomó a Joshua del hombro, apartándose de la ventana.
—¿Qué haces? —Joshua pareció molestarse un poco por la interrupción, aunque cambió su humor rápidamente— No sabía que había una chica aquí, es preciosa.
—Sí, sí... mejor vámonos —sugirió el rubio, aún sonrojado.
—Aw, por favor... Admítelo, tú quieres seguir viéndola —sonrió de lado, riéndose.
—Tal vez... —susurró, pero pronto se corrigió— ¡Digo no! No es correcto... —Joshua lo miró, sin creerle una sola palabra.
—Tú necesitas divertirte, amigo —declaró él, tomándolo del hombro y guiándolo hacia una de las habitaciones— Y yo me encargaré de eso.
—¿A qué te refieres...? —el joven se detuvo, volteándolo a ver con los ojos entrecerrados— Tú eres el que está obsesionado con las mujeres, no yo.
—Pero eres igual de pervertido que yo, así que silencio —bajaron unas escaleras, llegando hasta un cuarto subterráneo.
Mientras más iban acercándose, la música y aplausos de la gente se oían más fuertes. Todos los hombres aplaudían al ritmo de la música con maracas y tambores, mientras veían a una odalisca* bailar en medio del grupo. Era una mujer adulta, pero aún así vestía diminutas ropas para dejar lucir su cuerpo.
—¿Qué...? —intentó preguntar Paris, siendo interrumpido por su amigo.
—Cállate y disfrútalo, Paris —Joshua sonrió al ver a otra bailarina acercarse a ellos y bailar a su alrededor.
La mujer le ofreció una copa de vino al muchacho, sonriéndole sensualmente. Joshua, sin pensarlo dos veces, aceptó. Los otros hombres lanzaron un grito de júbilo cuando se lo bebió todo. El rubio se acercó a su amigo, tomando la copa vacía.
—Joshua, no te emborraches —advirtió Paris, preocupado— Tú no sabes beber.
—Nunca es tarde para aprender, querido amigo —contestó, aceptando otra copa de la mujer— Sólo es para relajarnos un rato, no pasará nada.
—...Bien —suspiró y agarró la última copa que quedaba.
Aunque sólo bebió un poco, Paris comenzó a ver borroso y a sudar un poco. Sintiéndose mal, volteó a ver su copa vacía, mientras otros hombres reían, alegremente. Joshua bebió casi toda la noche, obviamente por las invitaciones de las bailarinas. Tal y como había dicho Paris, el joven no sabía beber y terminó emborrachándose. Por otro lado, el rubio era más inteligente y nunca tomaba de más como para terminar ebrio, pero la copa que agarró tenía algo, o al menos eso pensaba, porque terminó desmayándose al igual que su amigo, completamente exhausto.
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Un guardia vigilaba desde lo alto de mirador de la posada. Todavía era temprano y todos estaban dormidos. Nadie notó que una mano le tapó la boca al centinela, mientras éste agitaba los brazos para liberarse. Dejó de moverlos en cuanto el filo de una navaja pasó por su cuello, cortándolo y comenzando a desangrarse.
El cuerpo inerte cayó al suelo desde lo alto, despertando a Romeo, quien dormía junto a su esposa. Parpadeó y observó el cadáver. Alarmado, buscó con la mirada a Paris, quien no se encontraba cerca. Un grupo de bandidos montados en caballos entraron en la posada, derribando la puerta y despertando a todos los inquilinos. Las personas corrían asustadas por doquier, ya que los hombres estaban armados y mataban a todo aquel que estuviera en su camino, tanto personas como animales.
Algunos tenían armas consigo, así que comenzaron a luchar contra los delincuentes. Tanto escándalo terminó por despertar a Linda, quien se atemorizó al ver tal escena, pero se alarmó más al notar la ausencia de su hijo.
—¿Y Paris? —preguntó, asustada— ¡Paris! ¿Dónde estás? —lo llamó.
Una mano le tomó del brazo y la levantó, bruscamente. Se asustó al notar que no era su marido, sino uno de los bandidos, vestido de negro y con una espada en alto, que la veía con lujuria.
—Vaya, vaya... ¿Qué tenemos aquí? —su voz ronca la paralizó, así que intentó zafarse sin éxito— Eres bonita, a pesar de no ser tan joven. Quizá valga la pena... —un golpe le impidió seguir hablando, arrojándolo contra la pared y apartándolo de Linda.
—Aléjate de mi mujer —musitó el hombre de cabello marrón, poniéndose en posición de defensa frente a la rubia.
—¡Maldito...! —iba a atacar a Romeo con su arma, pero una mano le impidió seguir.
Mohamed sonrió de lado, indicándole con la mirada a su secuaz que él se encargaría.
—No te cansas, ¿verdad? —cuestionó Romeo, sin perderlo de vista— ¿Qué buscas, Chacal?
—El asunto no es de su incumbencia, Sr. Belle —respondió, cortándose la muñeca con un cuchillo.
La sangre comenzó a emanar de la herida, y como si tuviera vida propia, se elevó en el aire, tomando la forma de una espada, algo grande y peligrosa. Romeo abrió los ojos, sorprendido.
Sólo existía una criatura capaz de manipular su sangre a voluntad...
—Imposible... —alzó la voz, sin creerlo— Su raza debería estar extinta desde hace mucho tiempo.
—¿Tiempo? —habló, suavemente. Mostró una sonrisa cínica, mientras lo miraba— Es lo único que los hombres intentan matar, pero siempre acaba por matarlos.
Al finalizar, ambos hombres iniciaron una feroz batalla.
Debajo de la tierra, en la habitación subterránea, dos jóvenes yacían inconscientes. Uno de ellos, comenzó a abrir sus ojos con pesadez, mostrando un fuerte color rojo. Sintió una punzada de dolor en la cabeza y un gemido de molestia escapó de sus labios. Apoyó una mano para poder sentarse y observar a su alrededor.
El lugar se hallaba vacío, únicamente él y Joshua lo ocupaban. Suspiró, maldiciéndose mentalmente por hacerle caso a su mejor amigo, ahora tenía un gran dolor de cabeza. Se acercó al otro muchacho y lo movió, intentando despertarlo.
—¿Eh? ¿Qué...? —farfulló, somnoliento.
—Despierta, Joshua —lo incitó, sobándose la cabeza para intentar disminuir el dolor— Ya amaneció.
El joven pasó una mano por su cabellera color zanahoria, en tanto intentaba sentarse y se desperezaba. Abrió los ojos, muy cansado. Llevó sus manos a la cabeza, que aún le daba vueltas. Paris lo miró, pensando que quizá la resaca que tenía su amigo era peor que el mareo que él sentía. Si aún recordaba algo, era la imagen de Joshua junto a una pila de copas vacías.
—Creo que me pasé anoche... —murmuró, más pálido de lo que ya era.
—¿Tú crees? —preguntó, sarcásticamente el rubio. Volteó a verlo, suavizando las facciones— Ya no importa. Está bien —sonrió, divertido.
—Gracias, amigo —sonrió de vuelta, pero un sonido lo detuvo en seco y alzó la mirada hacia las escaleras— Espera... ¿Oíste eso?
—...Parecen... ¿Gritos? —otro sonido lo alertó— ¿Disparos? —la imagen de sus padres llegó hasta su mente y, sin pensarlo, salió corriendo por las escaleras, con Joshua pisándole los talones.
Al llegar arriba, la vista del horrible paisaje los dejó en shock. Las personas que corrían espantadas, tratando de salvar sus vidas y no tropezarse con los cadáveres de los que ya estaban muertos. Hombres vestidos de negro que mataban sin piedad, usando espadas o cañones. La sangre que salpicaba por las paredes, dejando su rastro.
—Mis padres... —murmuró el rubio, buscándolos con la mirada.
—¡Cuidado! —gritó su compañero, apartándolo para evitar que una bala le diera en la cabeza. El corazón de Paris llegó hasta su garganta, y le agradeció con la mirada a su amigo.
—¡Encontramos a la chica! —aquel grito llamó la atención de ambos, obligándolos a voltear.
Dos bandidos mantenían acorralado a Hunter, quien se defendía con golpes y patadas, y a pesar de ser bueno con las artes marciales, tenía dificultades para bloquear el ataque de las armas que portaban. Otro hombre salió de la habitación que había detrás. Tenía a Tanya con las manos detrás de la espalda, mientras le apuntaba con la espada al cuello.
Paris centró su vista en el árabe que jadeaba cansado en una esquina, junto a un cuerpo inerte. Era el mismo hombre del mercado. Estaba manchado de sangre, y alzó la mirada, viendo únicamente a la joven que su secuaz tenía atrapada entre sus brazos. Mohamed pateó el cuerpo y comenzó a caminar con dificultad hacia la chica. El rubio reconoció el cuerpo y su respiración se detuvo, palideció y las lágrimas fueron acumulándose en sus ojos.
—No... —susurró, apretando la mandíbula—...Maldito... —tragó duro y frunció en ceño, furioso.
—¿Que sucede...? —Joshua calló al reconocer a la víctima de aquel hombre, tomando del brazo a su amigo— Contrólate, Paris...
El joven guardó silencio, analizando las palabras de su compañero. Volteó a ver al objetivo del hombre, tomó un cuchillo que encontró cerca y lo lanzó directo al delincuente que mantenía presa a Tanya. El arma le dio justo en el cuello, matándolo y dejando en libertad a la chica. El joven Vandom noqueó a sus oponentes, viendo a Paris y asintiendo con la cabeza, agradeciéndole. Tanya ayudó a su hermano a mantenerse de pie, puesto que lo habían herido en la pierna.
Mohamed seguía caminando hacia la joven, acelerando el paso. Joshua vio a un grupo de dromedarios amarrados a una parra y se le ocurrió una idea. Cortó todas las cuerdas que mantenían a los animales quietos y salieron huyendo despavoridos por los gritos. La estampida le bloqueó el camino al hombre, lo que le dio tiempo a Paris y a Joshua de ayudar a ambos hermanos y salir corriendo hacia el pozo.
—Aquí podremos ocultarnos —comentó el rubio, verificando que nadie los estuviera viendo. Volteó a ver a Tanya— Vamos, baja —la ayudó a sentarse en el borde.
—¿Abajo? ¿Y qué hay del agua? —preguntó, agarrando la soga.
—No hay mucha agua, no está profundo —contestó el muchacho— Además, hay una pequeña abertura en el fondo. No te preocupes, ayudaré a tu hermano.
—Pero...
—¡Sólo baja, Tanya! ¡No hay tiempo! —ordenó Hunter, viéndola a los ojos— Confía en mí.
Asintió, comenzando a bajar por el pozo, seguida de Joshua. Paris ayudó a Hunter a sentarse y bajar con cuidado. Alzó la vista, viendo que la estampida de animales aún mantenía ocupado a Mohamed y saltó dentro del pozo.
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El dueño de la caravana caminó entre los cuerpos de las víctimas, para encontrarse con Mohamed apoyado en el pozo, bebiendo agua. Una máscara neutral adornaba su rostro.
—Señor... —habló, llamando su atención, pero sin distraerlo de su labor— Ya le entregué el pedido en las manos, tal y como habíamos acordado. Estoy esperando mi recompensa.
—¿Recompensa? —sonrió, sarcástico— No te daré nada. Mi objetivo escapó.
—Mohamed, ha capturado muchas mujeres —mencionó el anciano, frunciendo el ceño— Una menos no hará la diferencia.
—No recuerdo haber dicho que esa hermosa flor iba a integrar mi mercadería —arrojó la cubeta, ahora vacía, a un lado— Ella será mía... Sólo mía —una mueca adornó su rostro— El agua está turbia.
El anciano intentó atacarlo, sacando una navaja de su manga, pero Mohamed fue más rápido y lo inmovilizó con una llave, cortándole la yugular con la misma navaja, y quitándole la vida. Arrojó su cuerpo cerca del pozo.
—Te encontraré, pequeña —musitó, antes de montar su caballo y desaparecer.
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El atardecer cayó, finalmente. El silencio reinaba en toda la zona, donde tan sólo podía oírse el susurro del viento. En un monte, cerca de la posada, los cuatro sobrevivientes estaban parados frente a una tumba, hecha por ellos mismos, y la cual tenía una cruz hecha de madera.
Paris se mordía el labio inferior, intentando contener el llanto. Cerraba fuertemente los ojos, mientras recordaba el gran hombre que fue su padre. Él, más que nadie, lo amaba y lo admiraba demasiado. Era su modelo a seguir, y ahora, estaba frente a él, sin vida y bajo tierra. Un par de lágrimas traicioneras escaparon de sus ojos... Estaba destrozado.
Los otros tres guardaron silencio, en su honor.
—Encomienda su alma a la vida eterna. Amén —habló con la voz que le quedaba, cayendo de rodillas frente a la tumba. Los demás presentes repitieron la última palabra.
Joshua puso una mano en su hombro, en señal de apoyo. Su corazón comenzó a llenarse de odio por aquel hombre. Lo haría pagar por la muerte de su padre, él mismo se encargaría de matarlo. Le haría sentir todo el dolor que él sintió al encontrar el cuerpo de su progenitor sin vida. No habían encontrado a su madre, lo que podría significar que aún estaba viva y que había escapado, aunque no tenía muchas esperanzas. Odiaba sentirse tan vulnerable.
Sintió la cercanía de otra persona y giró la cabeza para encontrarse con Tanya arrodillada a su lado. Ésta le dio un pequeño ramo de flores. Paris le agradeció con la mirada y lo dejó al pie de la cruz, cuidadosamente. Al notar su tensión, la chica imitó a Joshua y posó una mano en el otro hombro de Paris, acariciándolo un poco para calmarlo.
Un berrido* captó la atención de Hunter y Joshua. Sorprendidos, vieron a un dromedario que corría de un lado a otro, confundido, entre los restos de la masacre en la posada.
—Podría servir de transporte —comentó el joven Vandom— Voy por él.
—Te ayudo —ofreció Joshua.
En cuanto ambos bajaron el monte, Paris no aguantó el dolor y rompió en llanto. No le importaba que lo vieran, necesitaba expulsar todo lo que ardía en su pecho. Tanya lo miró, permaneciendo en su lugar en silencio. Sabía que necesitaba estar solo y liberar la angustia que lo carcomía por dentro, pero no iba a abandonarlo. Se quedaría a acompañarlo, respetando el momento con su silencio.
Al día siguiente, Paris, Tanya y Joshua iban sentados en el lomo del animal, mientras Hunter lo guiaba con una cuerda, caminando, y comenzaron a deambular por el desierto, tratando de encontrar el camino que debían seguir. Vagaron durante días, sin tener éxito alguno, ya que el entorno era engañoso. El agua y la comida que tenían empezaba a escasear, y el calor no ayudaba en nada.
—Aún podemos llegar...
—Hunter... —interrumpió la chica— Acéptalo. Nos perdimos.
El hermano mayor suspiró, en tanto le daba de beber al camello. Sin rumbo alguno, habían terminado por perderse en aquel ambiente desértico. Joshua estaba sentado en una roca, cansado.
—Podría llevarnos meses llegar a la ciudad, más aún si no sabemos qué camino tomar —mencionó la joven, un tanto preocupada— Y ya no tenemos comida, ni agua.
—Tampoco sé muy bien qué hacer, pero de una cosa estoy seguro, hermana —la volteó a ver, seriamente— Vamos a morir si no nos movemos.
—Tiene razón... —intervino el joven de ojos verdes, incorporándose y caminando hacia ellos— Tenemos que seguir —pero la voz del rubio interrumpió la conversación.
—¡Agua! —apareció corriendo, algo emocionado— ¡Encontré agua!
Paris los guió hasta la entrada de una gran caverna. Una cascada de agua dulce y tibia se encontraba dentro, lo que hacía posible la existencia de algunas plantas en el aquel subterráneo.
—Es dulce, adelante —explicó el joven Belle— Pruébenla.
—Bien hecho, Paris —felicitó Hunter, sintiendo el agua mojar su rostro.
El grupo decidió permanecer en la caverna durante la noche. Ya decidirían qué hacer para llegar a la civilización, aunque no tenían muchas opciones.
Tanya yacía dormida sobre una improvisada cama, hasta que sintió una mano taparle la boca y despertó, alarmada. Se tranquilizó al notar que el dueño de la mano era el joven rubio, que mantenía un dedo sobre los labios, pidiéndole silencio. La chica frunció el ceño.
—¿Tenías que despertarme así?
—Ven, tengo algo que mostrarte —ignoró su estado de enfado, tomándola de la mano— Sígueme.
Sin dejarla protestar, la jaló con suavidad para que lo siguiera. Estaba oscuro, pero la luz de luna le daba algo de claridad al lugar. Subieron un par de rocas, hasta llegar a una abertura. El muchacho señaló hacia afuera, indicándole que viera hacia cierto punto. Tanya abrió los ojos, incrédula.
—¿Un campamento? —cuestionó, sorprendida— ¡Por fin! —se alegró— ¡Podremos pedir ayuda y...! —paró de hablar en cuanto vislumbró el rostro serio del chico— ¿Sucede algo?
—Mira bien...
La joven volvió a observar todas las tiendas de acampar, cuidadosamente. Había una fogata en medio y un corral para los animales que tenían. El galope de los caballos alertó a ambos, obligándolos a bajar un poco las cabezas para evitar ser vistos. Pasaron de largo, y pudieron verlos con claridad. Eran los mismos bandidos que los habían atacado días atrás.
—Seguiremos con la búsqueda mañana —anunció el líder— No pueden haber ido muy lejos... Hay que encontrar a la chica.
—¡Sí, señor! —respondieron los demás, al unísono.
Dejaron a los animales en el corral y cada uno fue a su tienda, menos Mohamed. Éste sintió que era observado, así que volteó hacia atrás. Al no ver nada, alzó la mirada y murmuró.
—Serás mía, mi flor del desierto.
Tanya sintió un escalofrío recorrer toda su espalda, mientras que Paris no le quitaba la vista al hombre. El rubio bufó, molesto.
—Nos están persiguiendo —concluyó— Saben que estamos vivos... Y nos buscan.
Tanya guardó silencio, meditando sus palabras. No era difícil saber por qué los buscaban, y le dio asco. No quería que ese degenerado le pusiera las manos encima. Comenzó a sentir miedo, ya que recordó la muerte del padre de Paris. Si el árabe pudo asesinar a un hombre tan fuerte como Romeo, debía significar que tenía mucho poder.
—Tenemos que salir de aquí —declaró el muchacho.
—¿Y a dónde iremos? —preguntó ella— Estamos perdidos, y apenas hemos encontrado agua.
—Van a matarnos si nos encuentran —la volteó a ver— Deseo vengarme de ese hombre, pero no los voy a poner en peligro. Tengo que pensar bien, idear un plan.
—Paris...
—Mientras tanto... —la interrumpió— Hay que aprovechar la noche para escapar.
Dicho esto, fue a alertar a los que dormían. Ambos asintieron a sus palabras y empacaron sus cosas, montándose en el dromedario y saliendo con sigilo de la caverna, no sin antes llevar agua de reserva.
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—¿Por qué no quiere andar?
La frustración se reflejó en el rostro de Hunter, quien intentaba que el camello se moviera, empujándolo. Desde hace un buen rato que se rehusaba a seguir avanzando. Paris también bajó del animal y le acarició suavemente la cabeza, tomando la cuerda y estirándola un poco. Tampoco logró hacerlo caminar.
—¡Estoy harto! —explotó el joven Vandom. El cansancio, combinado con el calor del mediodía, daba como resultado un gran malhumor en él— Se acabó.
Comenzó a caminar en otra dirección, seguido de las curiosas miradas de los demás.
—¿A dónde vas? —preguntó su hermana, alzando la voz.
—¡Qué importa!
Un suspiro abandonó la boca de la chica, viendo a su hermano con una ceja arqueada. Hunter podía comportarse de manera muy explosiva cuando estaba de malhumor. El rubio lo siguió, tratando de calmarlo. Una de las grandes cualidades de Paris era la paciencia.
—¿Y ahora qué hacemos? —preguntó Joshua, quien estaba sentado detrás de Tanya, sobre el lomo del cuadrúpedo.
—Tenemos que lograr que avance, no podemos quedarnos así —musitó la dama— Aunque, no lo culpo. Debe estar igual o más cansado que nosotros, no ha bebido agua desde hace días.
Una sonrisa juguetona se dibujó en los labios del joven de cabello anaranjado. Sacó una vara de su mochila y golpeó al animal en la parte trasera. El mamífero alzó un poco el cuello, como si algo hubiera llamado su atención. El dolor pronto hizo efecto y levantó las orejas, en señal de disgusto. Sin previo aviso, salió corriendo en dirección contraria al camino que habían tomado Hunter y Paris, lo que obligó a los dos que iban montados a sujetarse fuerte.
—¡Hunter! —el grito de su hermana captó su atención.
—¡Hey! —llamó el rubio— ¡Deténganse!
—¡Fue Tanya, lo juro! —gimoteó Joshua. Dicha joven lo miró con una ceja en alto, sacándole una sonrisa nerviosa— Perdón, entré en pánico.
—¡Haz que se detenga, Joshua! —gritó Paris. No les quedó otra opción más que seguir al animal, corriendo.
—¡No sé como!
Suspiró al oír la respuesta de su mejor amigo, pero el sentimiento de exasperación fue reemplazado por uno de asombro. Detrás de la pequeña colina de arena, pudieron vislumbrar el mar a lo lejos. Las palmeras bailaban al compás del viento, dando sombra a los pequeños animales que vivían cerca.
—No puede ser —murmuró el azabache, sin creerlo.
—¡Vamos! —exclamó el otro, al recordar a Joshua y Tanya.
Bajaron hasta llegar a la playa, acercándose hacia los árboles. Había una diversidad de frutas tropicales, adornando perfectamente aquel paraíso. En un arbusto, el camello se alimentaba alegremente.
—¡Tanya! —llamó Hunter, al no verlos cerca— ¡Joshua! ¿Dónde están?
Siguieron caminando hasta llegar a un extenso campo. Una gran plantación de trigo se extendía por todo el lugar. Un silencio reinaba en todo el entorno. No había señales de los demás.
Sin embargo, el sonido de agua cayendo aumentó la curiosidad de ambos, así que decidieron seguirlo. Llegaron hasta una hermosa cascada de agua cristalina. Era un ambiente tan bello, tan perfecto, tan tranquilo... todo era calma.
Hasta que un chapuzón los hizo despertar.
—¡Woohoo! ¡Que refrescante! —el amante de las mujeres emergió del agua, alegremente. Se metió al agua con toda la ropa puesta— ¡Definitivamente, es el paraíso!
—Un... oasis... —pronunció Paris, felizmente— ¡Es un oasis!
—¡Oigan! —Tanya también se había metido al agua con su vestido— ¿Qué están esperando?
Olvidando todos los malos momentos que habían pasado, se metieron al agua. Todos parecían niños, mojándose y jugando con el agua. Salpicándola entre ellos, y subiendo a la cascada para tirarse al agua. Por primera vez en mucho tiempo, fue una tarde que pudieron disfrutar al máximo.
El oasis que encontraron era calmado, quieto y perfecto, tanto que decidieron llamarlo "Edén". Era su paraíso, el lugar soñado, la salvación que habían estado buscando.
Decidieron permanecer un tiempo ahí, ya que tenían agua, comida y refugio. El lugar estaba algo oculto por las pequeñas montañas que formaban un gran cañón. Además, las altas palmeras y árboles hacían su aporte, dando sombra y frescura. Construyeron una pequeña casa, en la que podían resguardarse los días de lluvia. Los cuatro entraban perfectamente y convivían sin ningún problema.
Tuvieron que adaptarse al estilo de vida en que tenían que cazar y recolectar para alimentarse. Construir sus propios utensilios, objetos y armas, sólo por si acaso. También, encontraron la forma de pasar el tiempo y divertirse, al igual que algunos deportes, como la natación y la pesca.
Fácilmente, pudieron entablar una amistad, al menos entre los hombres. Tanya era la más cerrada del grupo, y eso Paris y Joshua pudieron comprobarlo al notar que evitaba hablar con ambos. Hunter explicó que su hermana era algo solitaria, pero no tenía nada en contra de ellos. Sonriendo nervioso, siempre pedía disculpas por ella.
Tal comportamiento comenzó a despertar la curiosidad de Paris.
Un día, el rubio decidió ir a bañarse en la cascada. Hacía bastante calor y venía de su práctica de tiros con el arco y flecha que había construido a mano. Se llevó una gran sorpresa al encontrar a su compañera sentada en una roca que sobresalía en la superficie del manantial. Tenía las rodillas juntas y pegadas a su pecho, apoyando el mentón encima. Parecía muy pensativa.
Una idea se originó en la mente del muchacho... era el momento perfecto para hablarle.
—Hola —el saludo la sorprendió un poco— Perdona, no quería asustarte.
—Estoy bien. No pasó nada... —metió los pies en el agua y alzó la mirada hacia la cascada, evitando ver a Paris.
Él sonrió de lado... ¿No quería verlo? Bien, la haría voltear a verlo por su cuenta.
—Espero que no te moleste que me dé un baño, necesito refrescarme —se quitó la camisa, dejando a la vista su bien formado pecho.
Tanya se giró para decir algo, pero cerró la boca ante la vista que tenía. Un fuerte sonrojo adornó sus mejillas, divirtiendo al rubio. Se metió al agua de un salto, mientras la chica lo miraba. Debido a las altas temperaturas, ahora usaban ropa más ligera. La chica vestía una mini falda hecha de tela de algodón y un sostén que le cubría únicamente el pecho de vista, con tirantes finos, y de color marrón.
—¡Gracias! Necesitaba eso... —él pasó una mano por su cabello, peinándolo hacia atrás. Nadó un poco y apoyó los brazos en la roca en la que estaba Tanya, sonriendo divertido— Lindo sonrojo.
Ella simplemente lo ignoró, echando un mechón de su cabello hacia atrás, en un movimiento grácil y elegante, y volvió a mirar la cascada.
—No sabía que el manantial fuera tan atrayente...
—¿Por qué me hablas? —la pregunta descolocó un poco a Paris.
—No era la reacción que tenía en mente —susurró, confundido. Enfocó su vista en ella, sin cambiar su posición— ¿Te molesto?
—De hecho, sí —contestó ella, sin una pizca de emoción. Paris pareció confundirse más.
—¿Entonces por qué no te vas?
Tanya mostró una sonrisa de lado— Yo había preguntado primero.
El joven Belle alzó una ceja, confundido. Primero, lo ignoraba... ¿Ahora lo estaba retando?
—Bien, sencillo —contestó, sonriendo— Quiero conocerte, ¿ya? —la chica tenía un carácter difícil, y a él le encantaban los retos.
—¿Por qué?
—¿Por qué no? —al quedarse callada, él aprovechó para seguir— ¿Por qué no quieres tener amigos? ¿Por qué te alejas? ¿Que hay en ti?
—No... —bajó la voz— Simplemente, no quiero abrirme a nuevas personas —la confesión pareció sorprender a Paris— No quiero hacerlo.
Se sintió un poco arrepentido al tocar un tema tan delicado para ella.
—No quiero dejar entrar a mi vida a alguien que terminaré perdiendo, no quiero que vuelva a suceder —la sorpresa adornó su rostro al sentir la mano del muchacho tomar la suya, delicadamente.
Una pequeña y dulce sonrisa se dibujó en los labios de él. Debajo de su actitud, Tanya era muy sensible, y en cierta forma, le daba ternura.
—No sé qué te haya pasado, pero... —le sonrió, sinceramente— Quiero ser tu amigo. Dame una oportunidad, sólo quiero demostrarte que puedes confiar en mí.
La joven lo miró, con cierta curiosidad— No entiendo... ¿Por qué?
—Porque tú eres otra, escondes tu verdadero ser dentro de tu corazón para no ser lastimada... Siento que eres diferente, por eso quiero que seamos amigos —habló, viéndola— ¿Qué dices?
—Tú... —por primera vez en mucho tiempo, alguien logró sacarle una sonrisa a Tanya— Estás loco.
—Muy loco, de hecho —contestó con diversión, nadando alrededor de la roca— Espero que puedas acostumbrarte a mi locura—se detuvo frente a ella y la tomó de los hombros de repente, sorprendiéndola— Ya que somos amigos, podemos jugar.
—¿Qué...? —ambos terminaron cayendo al agua.
Al salir, el rubio comenzó a reír, mientras que la chica nadaba hacia la orilla, sentándose en el borde y temblando un poco.
—¡Estás demente! ¡El agua está helada! —exclamó, castañeando los dientes de una forma muy graciosa.
—Vamos, no me digas que no fue divertido —mencionó, acercándose a ella sonriente.
Una pequeña venganza se formó en la cabeza de Tanya, quien sonrió de lado, posando una mano en su pecho, suavemente— ¿Quieres hacer algo divertido?
El movimiento provocó una gran mancha roja en la cara de Paris, en tanto la miraba apenado. Una sonrisa traviesa tomó posesión en los labios femeninos, y aprovechando la distracción del joven, lo empujó hacia el agua nuevamente.
Tanya comenzó a reír, divertida.
—¿Tengo que verme así para sacarte una sonrisa? —cuestionó el rubio, sacando la cabeza del agua, sonriendo de lado.
—Sí... —le sacó la lengua, juguetonamente— Ahora estamos a mano.
Pasaron los días, y ambos comenzaron a conocerse más. Compartían muchos momentos y se divertían juntos. Paris pudo enseñarle a pescar y cazar, así como también a defenderse, y Tanya cocinaba para él. No faltaba decir que el rubio era un glotón, así que estaba encantado con la comida. Paris convenció a Tanya de conocer a Joshua también, y pronto el joven Van Der Veen también se ganó su confianza. Hunter no podía creer el cambio en la actitud de su hermana.
Todo cambió para bien, a partir del nacimiento de una bonita amistad entre Paris y Tanya.
-/…/-
—¿Segura que no necesitas ayuda?
Tanya negó con la cabeza, apuntando con el arco hacia el árbol.
—Puedo hacerlo —el rubio sonrió, divertido.
La joven lanzó la flecha, que dio justo a un lado del punto indicado. Paris volteó hacia ella con una sonrisa de autosuficiencia.
—¿Me decías?
—Sólo me distraje… —excusó Tanya, cruzándose de brazos. El muchacho rió con ganas, a veces la actitud de su amiga le daba mucha gracia.
Se habían vuelto muy cercanos con el pasar del tiempo. Paris era una gran persona y tenía un excelente humor. Era muy maduro y paciente, además de muy atento. Fácilmente, podía caerle bien a cualquiera y tenía facilidad para relacionarse. También, podía ser muy enfadoso y algo pervertido si quería, así como tenía la capacidad de sacar de quicio a los demás.
Tanya, por otro lado, era un poco más cerrada con la gente nueva. Seria, reservada y algo misteriosa. Tenía una gran facilidad para controlar sus emociones la mayoría del tiempo, pero también era muy sensible en el fondo. Era muy bondadosa y de cálido corazón con quienes quería mucho, así como lo demostraba siempre con su hermano, al preocuparse por su salud. También lo demostraba con Paris y Joshua, al cocinarles la comida de todos los días. Era de carácter fuerte y con gran convicción.
El rubio se levantó y se acercó hasta llegar a su lado. La ayudó a ponerse en posición, mientras ella acomodaba el arco, nuevamente. Él juntó sus manos con las de Tanya para ubicar el punto exacto.
—Relájate, estás muy tensa —sugirió, riendo— Debes alzar la flecha a la altura de tu boca, así será más fácil fijar la dirección —la chica obedeció, respirando con calma— Ahora, deja que la flecha se deslice por tus dedos, no lo hagas con tanta fuerza, así tendrás más precisión.
Tanya intentó ignorar el suave aliento del muchacho, el cual le hacía cosquillas en el oído. Apuntó hacia el árbol, cerrando un ojo para ver mejor la dirección.
—¡Ahora! —lanzó la flecha con gentileza, lo que le dio más velocidad a la misma, impactando justo en el punto. Una sonrisa se asomó en los labios de la joven— ¿Ves? Nada más es práctica.
—¡Lo logré! —celebró, emocionada— Soy lo máximo.
—¿Qué? ¿Yo no hice nada? —preguntó, fingiendo estar ofendido— Soy un genio.
—Pues, fui yo quien le dio en el centro, genio.
—¿Ah, sí? —el joven Belle sonrió de lado, abrazándola por detrás de repente, atacándola con cosquillas— Ya verás cómo te va...
—¡Paris! No... ¡Suéltame! —decía entre risas. Tanya era muy sensible por las caricias, una de las cosas que le encantaba a Paris— ¡Basta! ¡Por favor!
—Está bien... Tu alma ha sido perdonada, querida —mencionó, soltándola y dejándola respirar.
—Muy gracioso —la chica alzó la vista hacia el cielo y vio que el sol se ocultaba— Ya es tarde, tenemos que volver.
—Sí, vamos —recogió las armas que yacían junto a la bahía donde practicaban y emprendieron camino de regreso a casa— Tengo hambre.
—Qué novedad...
Lejos de enfadarse, Paris le sonrió. Otro sentimiento que no había notado, pero que había estado surgiendo desde hace un tiempo, era la atracción que comenzaba a sentir por ella. No le había pasado antes con ninguna otra, su corazón latía con locura cuando le sonreía, lo abrazaba, o jugaban juntos. Incluso podía decir que se había quedado despierto varias noches sólo para verla dormir.
No podía explicar con palabras lo que sucedía, pero le gustaba.
—¿Qué es eso? —la voz de su compañera lo sacó de su ensoñación y volteó a verla— Mira —apuntó hacia adelante, hacia el centro del oasis donde vivían.
—Parece... ¿Humo? —cuestionó, confundido— Que extraño, es muy grande para ser una fogata —frunció el ceño con desconfianza, viendo a las aves volar lejos de ahí— Algo no anda bien.
Tanya abrió los ojos cuando una idea cruzó su mente— La cabaña...
El sonido del galope de los caballos se hizo presente, junto con las voces de otros hombres. Rápidamente, Paris tomó de la mano a Tanya y se ocultaron entre un alto pastizal. Bajaron las cabezas y se quedaron sin habla al ver de nuevo, y después de tanto tiempo, al Chacal montado sobre su caballo, junto a sus demás hombres. Todos traían cosas de la cabaña donde vivían y parecían estar buscando algo.
—No está por ningún lado... —gruñó el hombre.
—Tal vez nuestro rehén lo sepa, jefe.
La chica se horrorizó al ver que uno de los hombres tenía a su hermano, atado y amordazado. Tenía varias heridas en los brazos y cara, producto de haber sido atacado y golpeado. Mohamed lo miró y se acercó a él. Hunter lo fulminó con la mirada, ya que no podía hablar por la mordaza que tenía en la boca. El árabe se la quitó y lo golpeó en la cara, causando que le sangrara el labio inferior.
Paris tuvo que tapar la boca de su amiga, para evitar que un grito de horror los delatara.
—Te lo preguntaré una vez... —comenzó, obligando a Hunter a verlo a los ojos— ¿Dónde está tu hermana? —pasó un momento de silencio— ¿Dónde está? —gritó más fuerte.
Hunter soltó una risa burlona— Creí que sólo lo preguntarías una vez.
Su burla le costó otro golpe en la cara, tirándolo al suelo. Tanya ahogó otro grito, no podía creerlo. A pesar de la situación, su hermano mayor no perdía la calma o el sentido del humor que lo caracterizaba, ni siquiera le importaban los golpes, puesto que su familia lo era todo para él.
—Vendrás con nosotros —Mohamed volvió a subir a su caballo, en tanto volvían a amordazar al pobre muchacho— Estoy seguro que vendrá por sí misma cuando no te encuentre.
—Mi hermana no es ninguna estúpida, no lo haría —la defendió, sonriendo con altanería— Pierdes tu tiempo, no la vas a encontrar.
—Ya lo veremos.
La joven tenía intención de salir de su escondite para impedir que se llevaran a Hunter, pero Paris no se lo permitió. Tanya observó cómo desaparecían en el desierto, junto con su hermano.
—Estaban buscándote —afirmó el rubio— Encontraron la cabaña y atacaron a Hunter —otro pensamiento hizo que sus pupilas se dilataran— ¡Joshua!
Volvieron corriendo a la cabaña junto a la cascada y no podían creer lo que veían. La madera de la cabaña donde vivían estaba consumiéndose por el fuego, mientras el techo se caía a pedazos. Habían destruido su hogar, ya no tenían nada.
—¡Paris, mira! —Tanya apuntó hacia la cascada, donde un cuerpo yacía tendido entre las rocas.
—¡JOSHUA!
Corrió hacia él y se arrodilló junto al cuerpo golpeado y ensangrentado, viéndolo con preocupación. Tanya le tomó el pulso y un suspiro de alivio abandonó sus labios.
—Sigue con vida, pero hay que tratarlo y pronto.
Paris cargó a Joshua y lo sacó de las rocas, en tanto Tanya preparaba una pequeña cama donde pudieron recostarlo. La chica comenzó a limpiarle la cara con un paño mojado, suavemente.
—Encontré unas vendas entre los restos de la cabaña —comentó Paris, sentándose junto a ella y ayudándola— Nos dejaron sin nada...
—Lastimaron a Joshua y se llevaron a Hunter —agregó Tanya— No creí que iban a encontrarnos, es más, ni siquiera pensé que aún estarían buscándonos.
—Al parecer, no va a dejarnos en paz —murmuró con rabia. Alzó la mirada al no obtener respuesta de su compañera y la vio alejándose del lugar— ¿A dónde vas?
—Voy a encontrar a mi hermano —sentenció, decidida. Sintió un par de brazos rodearla de la cintura, impidiéndole avanzar— ¿Qué haces?
—¿Estás demente? No voy a permitirlo —su respuesta provocó que la chica se molestara.
—Tienen a mi hermano por mi culpa —intentó liberarse— ¡Tengo que ir!
—Tienes razón, a la que quieren es a ti —explicó, sujetándola fuertemente— Por eso estarías poniéndote en peligro si vas, Tanya.
—¡No! —volteó a verlo, molesta— Él no tiene nada que ver, y le van a hacer daño si no hago algo.
—¿Y crees que entregándote por voluntad propia lo va a solucionar todo? —la pregunta la sorprendió— Sé lo que sientes, estás preocupada por tu hermano —el rubio suspiró, todavía con un firme agarre en su cintura— Ese hombre asesinó a mi padre, lastimó a Joshua y ahora tiene a Hunter… Estoy mucho más molesto que tú, pero tienes que ponerte a pensar. Tiene un gran poder y nos superan en número, sería estúpido atacarlo dominados por la furia.
—Paris… —no quería aceptar que tenía razón— Es mi hermano… —y no lo iba a aceptar— No voy a permitir que lo maten por mí —logró apartarse de su agarre.
—También es mi amigo —sentenció, comenzando a perder la paciencia— No te estoy pidiendo que lo abandones, sólo no hagas una estupidez. Prometo que…
—¿Una estupidez? —interrumpió la joven, cambiando su tono de voz— ¿La intención que tengo de ayudar a mi hermano es una estupidez?
—Lo es, porque tú sola no eres rival para él, entiéndelo.
—No necesito que me digas lo que tengo que hacer —Tanya se regañó mentalmente. Se estaba comportando de forma inmadura, cuando ella no lo era, pero si la situación involucraba a su familia, era capaz de cualquier cosa, incluso de dar su vida.
—No lo hago, intento ayudarte —la miró, preocupado.
—Pues, no quiero tu ayuda —habló en impulso, sorprendiéndose por la magnitud de su tono. Paris abrió los ojos, sintiéndose un poco dolido— No, yo…
—Está bien —todo rastro de vida se borró de su rostro, mostrando una neutralidad que pocas veces sacaba a luz— Ve, haz lo que quieras —le molestaba que lo discutieran cuando él tenía la razón, pero más le dolía que la causante fuera ella— No voy a perder mi tiempo con una inmadura que actúa por impulso —le dio la espalda, ignorándola— No iré a salvarte si te atrapan, princesa.
Tanya abrió los ojos, sorprendida… ¿La había llamado inútil?
—Descuida, no voy a molestarte —hizo un gran esfuerzo por que su voz no sonara quebradiza, pero las palabras de su amigo la habían lastimado mucho.
Siguieron caminos contrarios, ambos heridos por la reciente discusión.
-/…/-
La noche no tardó en caer, y trajo consigo un intenso frío. Dejó de temblar en cuanto sintió la calidez de la fogata recién encendida, que también iluminaba un poco la oscuridad en la que se encontraba sumido. Se levantó y acercó un poco la improvisada cama en la que su mejor amigo descansaba.
—Ya pasó medio día y aún no despiertas, Joshua —murmuró el rubio, por lo bajo.
Se había concentrado en limpiar y curar las heridas de su amigo toda la tarde, lo cubrió con una manta al caer la noche, para que no pasara frío, y se sentó a esperar, puesto que no había mucho por hacer. Observó el fuego con una fingida calma, intentando tranquilizarse.
Porque sí, no había podido estar tranquilo en ningún momento.
—¿Estará bien? —se preguntó, suspirando casi al instante, "Eres tan testaruda, Tanya"
Joshua comenzó a moverse, logrando llamar la atención de Paris y distraerlo un poco de sus pensamientos. El rubio se acercó a él, esperanzado.
—¿Joshua? —lo vio recobrar la conciencia poco a poco, aunque aún le costaba trabajo abrir los ojos— ¿Te encuentras bien?
—Paris... —musitó, adolorido— Acércate —el joven obedeció— Un poco más... —lo hacía solamente porque su moribundo amigo se lo pedía, de lo contrario no lo haría— Hay algo que debo decirte...
—¿Qué? Dímelo —soltó, intrigado— ¿Necesitas algo, amigo?
—Necesito... —un momento de silencio pasó, preocupando un poco a Paris, hasta que una sonrisa de lado surcó el rostro del mayor—...una revista playboy, así moriré en paz —al finalizar, el joven de cabello anaranjado se echó a reír.
Una vena saltó en la frente del rubio, y segundos después, un golpe sordo resonó en toda la zona, seguido de un pequeño grito ahogado.
—¡Oye! No tenías que golpearme, hermano —comentó Joshua, acariciándose la cabeza con una ligera mueca de dolor— Era una broma.
—Sí, lo sé —una sonrisa de lado se dibujó en los labios de Paris al ver la confusión que mostraba su compañero— Eso fue por preocuparme —lo abrazó de forma fraternal, dándole unas palmadas en la espalda, a lo cual Joshua sonrió divertido— Me alegra que estés bien, amigo.
—Sabía que me amabas —bromeó, guiñándole un ojo— pero hay tantas que mueren por mí, no puedo ser egoísta y dejarlas esperando. Espero que lo entiendas.
—No cambiarás... —rieron por un rato, hasta cansarse— ¿Cómo te sientes? —preguntó, sonriendo aliviado.
—Siento que fui atropellado por un camión —el muchacho intentó sentarse, pero el dolor fue más grande y acabó por tumbarlo nuevamente.
—No te fuerces, aún estás muy débil —dictó el rubio, acercándole un vaso de agua— Tomará un tiempo que tus heridas internas puedan sanar.
—Nos tomaron por sorpresa —informó Joshua, luego de refrescar su garganta con algo de agua y carraspeó— No tenía idea de que nos habían descubierto.
—Ni yo, créeme.
—Recuerdo que nos rodearon y entraron a la cabaña para saquear —relató, captando total atención de su compañero— La destruyeron y la quemaron. Todo fue muy rápido, la buscaban y al no encontrarla, intentaron sacarnos información, nos golpearon entre muchos y Hunter... —se alertó— ¿Dónde está Hunter?
Paris negó con la cabeza, dando a entender que ya no estaba con ellos y bajó la mirada.
—Malditos... —susurró con ira. Se percató de la falta de una persona y miró a todos lados, buscándola— ¿Y Tanya?
El joven permaneció en silencio, cambiando la expresión que tenía. Finalmente, respondió— No lo sé...
—¿No sabes dónde está? —pareció confundirse— Pasan casi todo el tiempo juntos, eres tan unido a ella como su hermano...
—¡No quiero hablar de eso! —gritó, sorprendiendo a Joshua. Bajó su tono de voz al darse cuenta— Fue por él y ni siquiera me escuchó, es más, no quería hacerlo.
Al notar la expresión de molestia, pero a la vez de dolor, en su cara, el mayor pudo entender la situación— Pelearon, ¿no? —más que una pregunta, él lo estaba afirmando.
—No quiero...
—Hablar —completó, interrumpiéndolo— Lo entiendo, y quizás te enfadaste porque la querías proteger y no pudiste hacerlo —Paris lo miró, entrecerrando los ojos, pero Joshua lo ignoró, siguiendo con su explicación— Tú eres alguien muy maduro, y sé que no soportas que te discutan, pero a veces las personas actúan por impulso, casi al borde de la desesperación, cuando creen que están por perder algo, y es lo que sucedió con Tanya.
—Y yo soy el sabio de los dos —intentó desviar el tema, pero al parecer no lo logró.
—Todos cometemos errores, y Tanya no es la excepción —sonrió pícaro— Que tú la veas perfecta, no significa que lo sea.
Un gran sonrojo atravesó las mejillas de Paris, pero lo disimuló— ¿De qué hablas?
—¿En verdad me crees tan idiota? —rió— Te gusta... y tú a ella.
—Sí, claro —carraspeó, intentando disipar aquel sonrojo— De todas formas, no iré a salvarla, yo se lo advertí.
Joshua abrió los ojos, palideciendo— ¿F-Fue a buscar a Hunter? —vio asentir a Paris, tranquilamente— ¿Y LA DEJASTE IR? ¿ESTÁS LOCO?
—¿Por qué me gritas?
—¿Estás consciente de que ese degenerado la busca? ¡Es peligroso!
—¡Pues, adivina! ¡Lo mismo le dije, y no me escuchó! —se cruzó de brazos, bufando molesto— No iba a dejarte, y hasta tenía un plan para traerlo de vuelta, y sin embargo...
—Tanya peligra, y no sólo ella, también Hunter —murmuró, serio— El Chacal no es humano.
La noticia dejó perplejo al joven Belle, tanto que abrió la boca, descolocado.
—¿Qué?
—Lo que oíste —volteó a verlo, explicando— Ese hombre es un Dead Walker, uno de los pocos que todavía existen. Su raza ya debería estar extinta, pero no fue así.
—¿Un qué?
—Al enterarse, Hunter me lo explicó, él sabe mucho de historia y esas cosas —comenzó a relatar— Es una criatura única, con habilidades más allá de la imaginación. Utiliza su propia sangre para atacar y manipularla a voluntad. Un don conocido como el linaje de pecado.
—¿Son... demonios?
—No, exactamente —pareció meditar la respuesta unos momentos— No es humano, pero tampoco es anormal en cuestión a su estructura interna, ya que tiene la apariencia de alguien normal. Tampoco se sabe si está vivo o está muerto, y difícilmente se podría matar a uno.
Esa información definitivamente no lo sabía, y los nervios comenzaron a hacer efecto... ¿Tanya había ido a enfrentarse a esa... cosa?
—Si tuviera fuerzas, te golpearía por imbécil —lo regañó, pero mostró una pequeña sonrisa de ánimo— ¿Por qué sigues aquí, amigo?
Una sonrisa de complicidad surcó la boca del rubio, en tanto se levantaba y volvía a mirar a Joshua.
—Gracias... —Joshua alzó una ceja, divertido— Voy a traerla, sana y salva, lo prometo... y a Hunter también. De verdad, te lo agradezco.
Él lo vio perderse en la oscuridad, alzó la mirada a la luna y sonrió— Aprendí de ti, Paris.
-/.../-
El arrepentimiento que sentía era tan grande, debió pensarlo dos veces antes de cometer tal estupidez... y escuchar a su amigo.
Después de separarse, Tanya buscó el campamento donde posiblemente tenían a su hermano, y lo encontró, pero no esperó que Mohamed la encontrara a ella, y así terminó en su situación, con las manos atadas detrás de su espalda y por el poste en el que estaba apoyada, al igual que su cintura y pies, es decir, no tenía escapatoria.
Y lo peor de todo, era que Hunter no estaba en aquel sector. Los malditos se habían llevado a su hermano a otra parte.
Un grupo de mujeres entró a la tienda donde se encontraba cautiva, y traían consigo muchos vestidos finos, así también como joyería, perfumes, zapatos y toda clase de accesorios. A veces, volteaban a verla y murmuraban cosas, en su idioma natal, ya que la chica no podía entender la conversación. Simplemente, se dedicó a observar, tratando de mantener la calma.
—Espero que todo esté listo —pero su esfuerzo fue en vano, sintió escalofríos al oír esa voz.
Alzó la mirada y se encontró con el Chacal, viéndola desde la entrada de la gran tienda con gran interés y deseo. Tanya intentó ignorarlo y volteó a ver hacia otra parte. Al poner un pie dentro de la tienda, las mujeres fueron acercándose para servir a su amo, aunque éste no mostró interés por eso. El eco de sus pasos aumentó los nervios que sentía la joven, hasta que una mano en su mejilla la obligó a verlo directamente a la cara.
—En verdad, eres una bella flor de desierto... —los ojos de Mohamed eran tan oscuros como la noche, y hacían temblar de miedo a cualquiera que se atreviera a desafiarlo— Simplemente hermosa.
—Déjame —susurró, no rogando, sino más bien exigiendo.
—Necesitas asearte y una ropa más digna —habló, ignorando su demanda. Bajó la mano hasta la cinta que ajustaba el escote del vestido y estiró suavemente, hasta revelar la piel desnuda del nacimiento de sus pechos, y para el desagrado de Tanya, pasó un dedo con suavidad por esa zona tan delicada— Y vendrás a mí.
Volvió a subir su mano y la tomó del mentón, acercándose a su rostro. Posó sus labios en la mejilla de la joven, pero apenas tuvo contacto, la chica se soltó, bruscamente. Tanya lo fulminó con la mirada, advirtiéndole que no la tocara. El hombre sonrió de lado.
—Eres igual de terca que tu hermosa madre, tienen mucho en común —lo vio, sorprendida por el comentario. Mohamed seguía viéndola, aunque habló a sus sirvientas— Pueden comenzar —dicho esto, se retiró.
Observó a través de la entrada, viendo al Chacal subir a su caballo y silbar para llamar la atención de sus hombres. Pareció dar unas indicaciones y lo siguieron, internándose en el desierto.
Luego de unos momentos, Tanya se encontraba parada frente a un espejo, luciendo un perfecto vestido de seda, largo, de color blanco, que ceñía perfectamente su figura. Tenía su cabello recogido de forma elegante con las puntas onduladas. Varias mujeres intentaban ponerle accesorios finos y maquillarla un poco, además de que la tocaban de más, intentando perfeccionar cada detalle del vestido y el peinado.
Estaban tan entusiasmadas en su trabajo, que no notaron que otra mujer ingresó a la tienda, pero ésta estaba casi completamente cubierta, dejando ver únicamente sus ojos.
—¡Dejen de tocarme! —exclamó Tanya, apartando las manos ajenas, molesta.
Recibió un manotazo como castigo, siendo regañada por una de las mujeres, de edad avanzada. Ésta, al notar la presencia de la extraña mujer, le habló para que se acercara a ayudar, señalándole una caja que estaba hacia atrás. La mujer pareció entender y se apartó para buscar la caja, sin despegar la vista de la jovencita. Tan grande era su concentración en ella, que no notó que cierto reptil se enrollaba por su pierna y mostró sus dientes, mordiéndola.
—¡AH!
Tanya volteó, sorprendida por aquel grito. No había sonado suave, sino todo lo contrario, más grave, más masculino. Intentando quitarse al animal, la túnica se dejó caer, revelando una cabellera rubia y unos ojos rojos que ella conocía tan bien.
Antes de que alguien pudiera reaccionar, el chico apagó la única vela que iluminaba la tienda, dejando todo en penumbras. Una mano tapó la boca de la joven, quien sorprendida, sintió que la llevaban lejos. Salieron de la tienda, oyendo los gritos de las mujeres que estaban dentro. El muchacho pateó la piedra que servía como soporte a una de las esquinas de la tienda y rápidamente se vino abajo, permitiéndoles escapar.
—Tranquila, soy yo —susurró en su oído, logrando que la respiración de la chica volviera a la normalidad.
Él la había salvado, de nuevo.
-/.../-
—¿De verdad? —preguntó Joshua, riéndose.
—Pensé que era otra de esas mujeres, pero era él, estaba disfrazado para que no lo reconocieran —relató Tanya.
Al llegar, el joven Van Der Veen se alivió a ver a sus dos amigos con vida, aunque la noticia de la desaparición del mayor de los hermanos no le permitía estar del todo alegre. Mohamed tenía a Hunter en otro lugar, y debían encontrarlo.
Paris llevó el vaso con agua hasta sus labios, sintiéndose repentinamente cansado y muy sediento.
—Eres increíble, deberías ser actor... —Tanya lo miró, sorprendiéndose por su estado— ¿Paris?
Sintió los ojos pesados, al igual que la cabeza. Soltó involuntariamente el vaso, apoyándose para no caer al suelo, pero no era fácil, ya que comenzaba a ver borroso.
—¡Paris! —Tanya lo sostuvo, ayudándolo a recostarse— ¿Qué te sucede? —el otro joven trató de levantar la cabeza para ver a su amigo, también le preocupó su estado.
—Un serpiente... me mordió —murmuró, cerrando los ojos con fuerza por el dolor de cabeza— Tengo frío... —comenzó a temblar.
—Déjame ver —se preocupó al ver la marca de dos puntos en su pierna, siendo rodeada por una mancha roja, y que extendía en un color violeta— oh no, era venenosa —rasgó la punta de su vestido y lo mojó con agua, secándole la frente— Perdóname, debí escucharte. Ahora estás así por mi culpa.
—N-No... —intentó hablar— Debí ser m-más comprensivo c-contigo, yo fui e-el que explotó, perdóname t-tú a mí —sonrió, débilmente— El orgullo t-terminará matándome.
Joshua sonrió, ambos estaban entrando en razón, por fin.
—Claro que no, calma —le acarició la mejilla, suavemente— No hables, estarás bien —se acercó, abrazándolo para intentar darle calor, ya que no tenía una manta— Yo cuidaré de ti.
Paris le sonrió en agradecimiento.
—No quiero interrumpir, tórtolos —pero no pareció distraer a ninguno de los dos, ya que seguían viéndose— ¿Estoy pintado o qué? —bufó Joshua.
Tanya soltó una risa— Los cuidaré a los dos —negó con la cabeza, divertida, al ver la sonrisa de satisfacción en su cara.
—Tanya... —la mencionada volteó hacia el rubio, quien la miraba tiernamente— Te ves hermosa.
La joven se sonrojó notablemente, pero giró el rostro, ocultando sus mejillas.
—Ya estás delirando, mejor descansa —eso provocó una pequeña risa en él, también en Joshua— Saben... no podemos quedarnos aquí, ahora que saben de nosotros, intentarán buscarnos de nuevo. Tenemos que irnos —declaró.
—No tenemos a dónde ir —habló el mayor.
—Yo no estaría tan segura —sonrió la chica, sorprendiendo a ambos— Encontré algo muy interesante mientras exploraba por los alrededores. Vamos, hay mucho camino por recorrer.
Tanya alistó al camello que, sorprendentemente, no había sido capturado por Chacal. No podían permanecer ahí, no ahora que sabían de su escondite y los dos muchachos estaban heridos. Los ayudó a subir y volvieron al desierto, esperando encontrar otra esperanza para vivir.
Viajaron por un día entero, pero valió la pena cuando, a lo lejos, la chica vislumbró la pared de piedra y sonrió aliviada. Hace un mes, salió a explorar el desierto con el dromedario y encontró una especie de fuerte rodeado por una muralla de piedra. Dentro, había una gran laguna, rodeada de variedad de árboles. También, tenía unas pocas habitaciones vacías. Parecía estar abandonado desde hace mucho.
Habían podido encontrar un nuevo hogar.
-/.../-
Cubrió al joven de cabello anaranjado con una manta, asegurándose de que no le faltara nada. Su trabajo estuvo hecho una vez que lo vio dormir tranquilamente. Sus heridas tardarían en sanar, pero ya se encontraba un poco mejor.
Sus ojos castaños fueron posados en la figura de Paris, quien se encontraba más grave. Había hecho una pequeña cortadura en la herida para sacarle el veneno, y luego lo vendó. Estaba acostado en una cama, junto al fuego y con la respiración tranquila. Tanya se acercó, sentándose junto a él y viéndolo preocupada. Alzó una mano para acariciarle la cabeza con dulzura.
—Por favor, no me dejes... —susurró muy bajo, mordiéndose el labio inferior— No te vayas, Paris —besó su frente y se acostó a su lado, tomando su mano y rogando porque la escuchara— Por favor...
No quería perderlo, había sido una tonta por actuar por impulso. Su corazón palpitaba tan fuerte que sintió que en cualquier momento podría salirse de su pecho. Sus sentimientos por él habían cambiado, no supo desde hace cuánto, pero motivos los tenía de sobra y estaba comenzando a aceptarlo.
—No creo poder amar tanto a alguien, como te amo a ti —a pesar de que no podía escucharla, ella sonrió por haberlo dicho en voz alta y, sin poder aguantar el sueño, se durmió a su lado.
Horas más tarde, los primeros rayos del sol que anunciaban un nuevo día le causaron una ligera molestia al chico. Abrió los ojos con pesadez, todavía sintiendo un poco de dolor en las articulaciones. Pareció confundirse al notar la habitación en la que estaba e intentó moverse, pero otro cuerpo se lo impidió. Encontró el rostro de Tanya a escasos centímetros del suyo, provocándole un leve rubor en la cara.
—Tanya…
Al sentir movimiento, la chica despertó lentamente. Un par de ojos rojos fue lo primero que vio y, al notar su cercanía, imitó la reacción del rubio.
—Oh, Paris —se levantó, viéndolo aliviada— Estás bien —lo abrazó con suavidad para no lastimarlo, ocultando el rostro en su cuello— Gracias al cielo.
El muchacho sonrió dulcemente, haciendo un esfuerzo por abrazarla de vuelta. Se alegró al saber que se encontraba a salvo… a su lado.
—Perdóname —le susurró al oído, arrepentida— Lo siento tanto.
—Shh, tranquila. No digas nada —acarició su cabello para calmarla— Ya pasó.
-/…/-
Caminaban en silencio junto al estanque, paseando para tomar un poco de aire fresco, y el rubio aprovechó para estirar las piernas. Era un silencio cómodo al parecer de ambos y ninguno quería romperlo. El cálido tacto de sus manos entrelazadas era tan agradable.
—Paris —el joven la miró, esperando que continuara. Se habían sentado sobre unas rocas, metiendo las piernas en el agua— De verdad pensé que te había perdido.
Él sonrió, confortándola cálidamente— No me perdonaría que te pasara algo malo. Me comporté como un idiota, lo siento.
Tanya sonrió levemente, apoyando la cabeza en su hombro— Yo no soportaría perderte, no podría quedarme sola.
—Nunca te dejaré sola —mencionó, viéndola a los ojos— Siempre voy a estar ahí para ti, protegiéndote.
Otro silencio se apoderó del momento, en tanto se contemplaban.
—Ayer por la noche, cuando no te movías y apenas podías respirar —contó, meditando sus palabras— Pensé en todas las cosas que me hubiera gustado decirte... —un enorme sonrojo cruzó su rostro— y que me hubiera gustado hacer.
El rubio pareció confundirse— ¿Como qué?
La joven alzó una mano, posándola en la mejilla de Paris— Yo... no entiendo qué está pasando, pero siento esa necesidad de permanecer a tu lado, sin importar nada. No lo comprendo.
Una sonrisa traviesa se formó en los labios del muchacho— ¿Me creerías si te dijera que siento exactamente lo mismo?
Ninguno de los dos podía comprender el significado del rápido latir de sus corazones al estar tan cerca, porque desde hace un tiempo habían dejado atrás la simple amistad, y el sentimiento pudo florecer en algo más hermoso...
—Te amo, Paris —confesó, aumentando su sonrojo— No puedo evitarlo, te amo.
...en amor.
Una gran sonrisa iluminó más el rostro del joven. Tomó suavemente la mano de Tanya, posándola en su pecho.
—¿Esto es suficiente para demostrarte lo que siento? —su corazón palpitaba tan rápido, dominado por la locura del amor que comenzaba a sentir— Aún así... También te amo, Tanya.
Bajó un poco la cabeza, tomando del mentón a la chica y acercándola poco a poco, a cada centímetro su corazón parecía querer detenerse. Por instinto, Tanya cerró sus ojos al sentir el roce de sus labios contra los suyos. Al hacerlo, Paris los juntó más, declarando un beso definitivo.
Tierno, cálido, dulce y sincero, pues no habían otras palabras que describieran mejor aquel contacto.
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El rubio besaba con infinita ternura la delicada mano de su compañera. Al dejar de hacerlo, Tanya atrajo la suya hacia ella para imitar el acto, sólo que viéndolo a los ojos mientras lo hacía. Alejó sus labios de la mano masculina, que pronto se posó en su mejilla para acariciarla. La otra mano buscó la suavidad de su hombro desnudo. La joven se dejaba hacer, disfrutando de las caricias.
Paris la observaba embelesado, quizá aún sin estar convencido de que estaba frente a su amada, solos y con la naturaleza como único testigo de aquel momento.
Volvió a abrir sus ojos castaños y llevó una mano al cuello de Paris, suavemente. Éste pareció despertar de su trance, mientras que la otra mano imitaba a la anterior. Tanya acercó al muchacho y lo besó en los labios. Ambos cerraron los ojos, en tanto se daban besos cortos, pero dulces.
Dejaron de hacerlo y se vieron a los ojos nuevamente. Tanya rodeó el cuello de su compañero por completo, echándose un poco para atrás. Paris entendió y le sonrió, recostándola suavemente sobre la manta blanca y acomodándose encima de ella, pero sin aplastarla.
Nada parecía incomodarlos ni avergonzarlos, porque la ropa dejó de ser un obstáculo minutos atrás y cada uno disfrutaba del desnudo cuerpo del otro.
Un nuevo beso nació, esta vez con más pasión y deseo. El muchacho podía ser un caballero, pero en ese momento tenía los mismos deseos carnales que invadían a cualquiera. Delineó el contorno del rostro de la hermosa joven, bajó por su cuello hasta llegar a sus pechos. Pequeños besos marcaron un camino desde el hombro hasta la mejilla de Tanya, quien soltó un suspiro.
La chica decidió no quedarse atrás, y al estar sobre él, fue besando cada parte de su pecho bien trabajado. Volvió a besar su boca, mientras lo acariciaba. El contacto del pecho desnudo de cada uno era simplemente delicioso. Él paso sus manos por su espalda, deleitándose por su suavidad.
Paris tomó el control nuevamente, posándose sobre ella. Adoró poder acariciar sus piernas, así como el vientre y la cintura, la cual le provocaba curiosidad. Besó los senos de su amada con delicadeza, para luego acariciarlos y llevar sus manos al rostro de ella, haciendo que lo viera a los ojos. El rubio sonrió y la besó lentamente. Un beso cargado de amor y ternura, y a la vez con deseo.
Separándose, el joven Belle se tomó un tiempo para admirar su belleza.
Facciones finas, los ojos castaños más dulces que había visto y esos labios rosados. No pudo reprimir el deseo de enredar la mano en su largo cabello y regalarle un beso en la mejilla, dulcemente.
—¿Ya no estás asustada? —preguntó, antes de continuar.
—No, ya no lo estoy —sonrió, respirando un poco agitada—...Hazme tuya, Paris... —susurró, involuntariamente provocativa.
Con esas palabras, encendió el fuego interno que descansaba dentro del muchacho, porque lo provocaba y mucho, y al ser tan apasionado, el chico no pudo resistirse.
Después de todo, no estaban haciendo nada malo. No era malo cuando se hacía por amor. Fue llevado a cabo igual que el silencioso apareamiento de las aves. Totalmente natural e inocente, sin culpa, sin pecado. Una unión de acuerdo a la ley de la naturaleza, sin mostrarse como un espectáculo y sin invitados indeseados. Sólo eran ellos y nadie más.
Era amor, y de ese amor surgió la pasión.
Estaba enamorada porque antes de volverse el dueño definitivo de su corazón, Paris se había vuelto su amigo, alguien en quien podía confiar.
Tanya se sintió maravillada, extasiada ante la sensación que experimentó al tenerlo dentro de ella, pero primero tuvo que pasar por el dolor. Se aferró a él, mordiéndose el labio inferior para aguantar, mientras unas cálidas lágrimas escapaban de sus ojos. Dolía, pero al mismo tiempo era tan placentero. El rubio la tranquilizó con suaves palabras al oído y pequeños besos para borrar aquel rastro de lágrimas.
Sus manos la llevaban a la locura, a otra dimensión de la cual no quería salir. Sus cuerpos, ahora unidos, se mecían al compás, un mismo ritmo. El vaivén de caderas causó que perdieran la cordura. No tenían pensamientos claros en la cabeza, era imposible pensar en ese momento, así que se dejaron llevar, disfrutando de tan exquisito placer.
Aclamaban por más, y lo demostraban con gemidos que provenían desde lo más profundo de sus gargantas. Recibían miles de descargas por todo el cuerpo. Estaban entregándolo todo.
Llegó el tan esperado momento en que alcanzaron la culminación de tan hermoso acto, soltando un grito que debió haberse escuchado en todo el lugar, pero era un grito liberador.
Juntos... estaban juntos, unidos en cuerpo y alma.
Apenas podían respirar, estaban agotados. Paris dejó caer su cabeza en el pecho de la chica, besándole dulcemente el cuello con las últimas fuerzas que le quedaban. Tanya no se encontraba en mejor estado, era quien estaba más cansada entre los dos. Acarició dulcemente sus cabellos rubios, mientras cerraba los ojos.
—Te amo...
Cayeron en brazos de Morfeo segundos después.
-/.../-
Tuvieron que transcurrir un par de meses para que Joshua se recuperara por completo. En esos dos meses Paris y Tanya no podían estar más enamorados, y lo demostraban cada vez que podían. Tanto en los suaves pastos de la pradera a plena luz del día, o en las cristalinas aguas de la cascada a la luz de la luna, se amaban con locura.
No todo en su relación era pura pasión, también jugaban como dos niños pequeños, había mucha ternura de por medio. Justo ahora, se encontraban acostados en la grama bañada por el rocío de la madrugada, descansando. Paris tenía los ojos cerrados y un brazo apoyado detrás de su cabeza, mientras que con el otro rodeaba a su más preciado tesoro a su lado, a Tanya.
Dicha chica no estaba durmiendo, sino viéndolo descansar.
—Estás mirando —habló Paris, aún con los ojos cerrados. Una sonrisa de lado se dibujó en su perfecto rostro. Tanya sonrió, divertida.
—Estoy contemplando.
—Es tétrico, ¿sabes?
—Más bien... romántico.
Abrió uno de sus ojos y sonrió divertido, en tanto Tanya soltaba una risa.
—¿Riéndote de mí? —la vio asentir y la abrazó de repente, apoyando su cuerpo sobre ella— Ya verás... —comenzó a hacerle cosquillas.
—¡No, Paris! —rió, retorciéndose bajo el muchacho, intentando liberarse— ¡Ya basta! ¡Eres malvado!
—Puede ser... —se detuvo para besarla con amor en los labios. Al separarse, sonrió— Pero también soy el que más te ama.
No había otra persona que la hiciera sonrojar más que Paris. Acarició su mejilla, sonriéndole.
—Y yo a ti —le susurró, besándolo de nuevo— Hay que regresar, ya casi amanece —informó, viendo al cielo— Tú y Joshua se ponen de malhumor si no desayunan —sonrió con diversión.
—Tu comida es la mejor, preciosa —contó, ayudándola a levantarse— Tienes parte de la culpa.
Rodó los ojos, divertida. El rubio la abrazó por los hombros y volvieron a la habitación que ocupaba Joshua, justo cuando estaba despertando.
—¿Qué hay para comer? —murmuró, somnoliento el joven.
—Buenos días a ti también, amigo —saludó Paris con sarcasmo.
—Son buenos siempre y cuando no tenga que verlos jugar como conejos —los recién llegados se ruborizaron completamente, volteando hacia el joven de cabello anaranjado— ¿Qué? ¿Me creen tan estúpido para no notarlo? —sonrió divertido— Gritan un poco alto, por si no lo sabían. Sólo espero que no hayan espantado a los animales —y comenzó a reír por la cara que pusieron ambos.
—Muy gracioso, cierra la boca —el rubio sonrió, tomando una almohada y lanzándola hacia él.
—Voy a traer agua —mencionó la chica, saliendo con las mejillas encendidas.
—Tú no cambiarás —sonrió Paris, viendo a Joshua reírse— No puedo evitarlo, hermano. Yo la amo.
—Y no estoy diciendo que esté mal —concluyó el mayor, calmando un poco su risa— Estoy feliz por ambos, de verdad. Aunque, aún no me acostumbro a la idea de que mis dos mejores amigos estén juntos, dejándome de lado —fingió una mueca de tristeza.
—No lo hacemos, aunque estemos enamorados, no significa que vayamos a perder interés en todo lo demás, eso te incluye a ti. Eres mi mejor amigo, jamás te dejaría de lado... y Tanya tampoco —sonrió.
—Gracias, Paris —sonrió de lado, levantándose de la cama y estirándose— Iré a bañarme.
—No asustes a los animales —canturreó el menor. Joshua lo miró, fingiendo ofensa.
—Cállate.
Dejó a Paris riéndose en la habitación y salió a tomar aire. La mañana estaba hermosa y el sol era perfecto. Avanzó un par de pasos hasta que oyó un sonido fuera de lo común, hacia unos arbustos cerca de la cascada.
Un poco confundido, se acercó con cautela, pero se mostró sorprendido al descubrir que se trataba de Tanya. Estaba arrodillada, con ambas manos sobre su vientre y una mueca de dolor en la cara. Respiraba con dificultad y unas pequeñas lágrimas caían por ambas mejillas.
—¿Tanya? —la vio sorprenderse y limpiarse levemente los labios con un pañuelo. Estaba un poco pálida y eso le preocupó— ¡TANYA! —la ayudó a ponerse de pie— ¿Qué sucedió?
—Sólo es un pequeño malestar, ya se me pasará —comentó, apoyándose por él— Estoy bien.
—No, Tanya. Llevas así un largo tiempo —Joshua la miró, arqueando una ceja— Vas todo el tiempo al baño y andas comiendo más que el mismo Paris.
—Sí, lo sé —sonrió levemente, tocando su vientre— Estoy embarazada de Paris.
—Qué raro, no lo sabía —musitó, sarcásticamente.
—No se lo digas, por favor —pidió, casi suplicándole— Quiero ser yo quien se lo diga, y quiero hacerlo en el momento adecuado.
El muchacho se detuvo a mirarla un rato y suspiró— Está bien, no diré nada —ella le sonrió agradecida— Pero ya no me des esta clase de sustos, vas a darme un ataque.
—Sí, lo siento.
Siempre tan preocupado, Joshua era un gran apoyo. Tanya sonrió al saber que tenía a un buen amigo a su lado. Trataba de imaginar la cara que pondría Paris, pero por más que intentaba, no lograba nada.
Se debía a que la cara que puso el rubio al saberlo no tenía descripción. Al caer la noche, el joven Van Der Veen dejó a solas a la pareja un momento en la habitación y Tanya aprovechó para contarle la hermosa noticia.
—¿Q-Qué? —tartamudeó, con los ojos desorbitados, la mandíbula hasta el piso y un leve brillo de emoción en sus orbes rojizas.
—Pronto seremos padres —continuó, ruborizándose levemente— Estoy esperando un hijo tuyo, Paris.
Minutos después, el rubio gritaba eufórico y cargó a su chica en brazos, dando dos vueltas y bajándola para abrazarla, emocionado. Era la mejor noticia que pudo recibir en toda su vida.
—¡No puedo creerlo! ¡Voy a ser padre! —su sonrisa creció— ¡VOY A SER PADRE!
Se sentó frente al fuego y junto a Tanya, todavía exaltado por la noticia.
—Sí, tendremos una familia —comentó la joven, sintiendo los brazos del muchacho rodear su cintura y atraerla hacia él.
Algo indeciso, posó una mano en el vientre de la chica, sonriendo tiernamente. Tanya pensó que esa imagen quedaría grabada en su mente el resto de su vida, era tan tierno. Apoyó su cabeza en el hombro del chico, sonriendo.
—Si estás escuchando pequeño... —Tanya alzó la cabeza, sorprendida— Quiero que sepas que mami y papi están aquí, y esperan ansiosos tu llegada. Para amarte, educarte, protegerte y jugar contigo —Paris miró a su chica— ¿Qué? Estoy hablando con mi hijo.
Un leve rubor cubrió sus pómulos y sonrió tímidamente— Serás un gran padre.
Permanecieron un rato abrazados, hasta que Paris tomó del mentón a Tanya y la besó con ternura en los labios, acto que ella correspondió, pasando un brazo detrás de su cuello.
En ese momento, entró Joshua de la mano de dos chimpancés.
—Esto no puede ser... ¿Por qué siempre me toca entrar cuando están besándose? —se quejó, cómicamente.
Paris y Tanya se separaron, sonriendo divertidos y abrazándose.
—Sí, sí... nos amamos, conozco la respuesta —volteó a ver a los primates— Vámonos, muchachos. No somos bienvenidos aquí.
—Estás exagerando, Joshua —rió Paris.
—Hn, no me hables —fingió enfadarse— Al cabo que ni quería entrar, me voy —salió con la cabeza firme y ambos chimpancés detrás de él.
Tanya negó con la cabeza, riéndose.
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Con el pasar de los meses, la panza de Tanya adquirió un gran tamaño. Paris estaba simplemente orgulloso de eso y se esforzaba en complacer a su chica en todo lo que podía, especialmente con los antojos. La joven tenía que usar las camisetas más grandes que tenían los muchachos, puesto que su ropa ya no le quedaba.
Una gran emoción nació en ambos padres al estar en el noveno mes de embarazo, lo que significaba que el pequeño podría nacer en cualquier momento, y no sabían si sería niña o niño. También, el bebé comenzó a dar sus primeras patadas y una gran calidez invadía el cuerpo de la madre al sentirlo.
Cierto día, Paris decidió salir a continuar explorando un poco el desierto, puesto que pronto debían avanzar y encontrar ayuda para el nacimiento del bebé. Desde hace ya varios días que lo había estado haciendo, pero no tuvo ningún éxito y estaba comenzando a preocuparse.
Llegó hasta una vistosa y escarpada garganta de rocas, la cual era de gran profundidad. Tenía un parecido con el Gran Cañón, pero un poco más pequeño y muy seco, tanto que no había mucha variedad de plantas. Sintió curiosidad, puesto que no lo había visto antes. Bajó del animal y se acercó al precipicio para ver mejor. Descubrió a un grupo de hombres caminando entre las rocas, muy sigilosamente. Miraban a todos lados, asegurándose de que nadie los estuviera siguiendo.
—¿Qué estarán haciendo? —murmuró el rubio para sí mismo.
Su curiosidad aumentó aún más al verlos llegar hasta un rincón sin salida. Movieron la gran roca que cubría el paso y entraron a una cueva. El muchacho se apartó del acantilado para asegurar al dromedario por una roca y evitar su escape. Bajó las rocas con cuidado y se encaminó hacia la entrada de la misteriosa cueva. La encontró un poco abierta, por lo que pudo mover tan sólo un poco para entrar con mucha dificultad, claro.
Sorprendido, notó que se trataba de un túnel subterráneo, iluminado con antorchas en los muros. Avanzó con cuidado y ocultándose un poco, para evitar que lo vieran. Llegó hasta el final, donde la senda se volvía a dividir en tres diferentes caminos. Unos gritos llamaron su atención y optó por el segundo camino. Al llegar, vio celdas por doquier y una guillotina. Había llegado hasta el calabozo.
El joven se horrorizó al ver a tantas personas encerradas. Fueran hombres, mujeres, jóvenes o niños. Al parecer, era el lugar donde torturaban a todos los prisioneros... ¿En dónde estaba?
Unas voces lo alertaron y su ocultó rápidamente detrás del muro. Un par de hombres arrastraban a un joven, quizá de su misma edad, medio moribundo. Notó que tenía cicatrices y heridas por todo el cuerpo, y estaba un poco desnutrido. Fue aventado dentro de la única celda vacía, mientras los niños comenzaban a llorar y las mujeres les tapaban los ojos para que no vieran tanta violencia. Cerraron la celda y salieron del calabozo, jugando con las llaves y riendo.
El joven se incorporó, apoyándose por los barrotes de su celda y respirando con dificultad. La preocupación invadió a Paris y salió de su escondite para acercarse a él. Al verlo, los otros prisioneros aclamaron por su ayuda con desesperación. El muchacho les pidió silencio, para evitar ser descubierto. Logró calmarlos por un momento y volvió a concentrarse en el otro joven, quien alzó la cabeza al oír su voz. El rubio se impactó.
—H-Hunter...
Después de haberlo buscado durante meses, por fin logró dar con el paradero de su amigo. Su condición no podía ser peor. Estaba muy pálido y descuidado, seguramente por la falta de agua y alimento. Sus ropas estaban rasgadas y su cuerpo maltratado. Observó su rostro y notó el pequeño rastro de barba que comenzaba a crecer, pero tenía el mismo brillo en los ojos que lo convencía de que el joven Vandom aún luchaba por su libertad.
—...Paris... —musitó el mayor, sonriendo un poco— Qué gusto verte.
—Estás vivo, creí que... —el rubio se tranquilizó y lo miró preocupado— ¿Qué te sucedió? ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿En dónde está el Chacal?
—Al parecer, aún está buscando a mi hermana. Ese hombre se ha vuelto loco, y está obsesionado —una chispa se encendió en sus ojos y miró a Paris— ¿Dónde está? ¿Se encuentra bien?
El muchacho asintió— No te preocupes, está a salvo.
—Todos los días me sacan de la celda para interrogarme sobre su paradero —relató el azabache— Siempre les doy la misma respuesta, y me castigan con latigazos. Por eso estoy así, pero no es grave.
—¿No es grave? ¡Apenas puedes estar de pie!
—Haré lo que sea por proteger a Tanya —carraspeó, exhausto— Aquí traen a todos los prisioneros que capturan, es una guarida subterránea. Oculta debajo del cañón, con túneles y caminos interconectados entre sí, por eso nadie puede encontrarlos. Es una sociedad bajo tierra.
—Odio admitirlo, pero el maldito es astuto —murmuró Paris con resentimiento.
—Exacto, es un desgraciado muy astuto —una duda asaltó su mente— ¿Cómo me encontraste?
—Exploraba el desierto, tratando de encontrar alguna civilización porque... —se ruborizó, aunque también sonrió— Tanya podría dar a luz en cualquier momento.
La noticia pareció chocar al joven Vandom, dejándolo con la mandíbula abierta— ¿Qué?
—Te lo explicaré luego, pero ahora tengo que sacarte de aquí y a los demás también —encontró un mazo cerca de la guillotina y lo tomó, acercándose al seguro de la celda— Y salir de este lugar.
—Paris, creo que hay algo que debes saber —el rubio rompió la cerradura, liberando al azabache. Volvió a prestarle atención— Tu madre está aquí, viva.
Los orbes del rubio se abrieron de par en par... ¿Su madre? ¿Aún seguía viva?
—El Chacal la ha tenido prisionera desde la masacre en la posada —contó— La situación es horrible, sólo juegan con la pobre mujer. He podido ayudarla un par de veces, pero son muy poderosos. Perdóname, no pude hacer mucho.
Un año, casi un año sin ver a su querida madre. La furia comenzó a invadirlo por dentro al oír todo lo que Hunter le decía. No tocarían a su madre si él podía evitarlo. Salió de la mazmorra con rabia y comenzó a caminar, con el joven Vandom siguiéndolo.
—No te precipites, Paris —advirtió el azabache.
—¿Y dejar que lastimen a mi madre? ¡Jamás! —siguió caminando— Asesinó a mi padre, lastimó a mis amigos y pretende secuestrar a mi novia... Lo voy a matar.
—¿Eso crees?
Esa voz los paralizó, poniendo tenso el ambiente. Ambos voltearon y se encontraron con Mohamed de brazos cruzados, al final de la senda. Una sonrisa cínica se dibujó en su rostro.
—Tú... —habló Paris con ira contenida.
—No creí que fueras tan estúpido para venir aquí, pero me has hecho un favor —mencionó el sádico— Al fin podré matarte para que dejes de causarme tantos problemas, niño.
—¡Yo soy quien va a matarte! —gritó el rubio— Por todo lo que has hecho.
—Hn, supongo que vienes por tu querida madre —acercó una mano a su boca y se cortó la punta del dedo— Por mí, ya te la puedes llevar. Estaba comenzando a aburrirme, es una humana débil.
Tuvo que esquivar un puñetazo directo del muchacho, quien tenía la cara roja de la ira. Siguió atacándolo con descontrol, intentando darle. El hombre no tenía problemas para evitar y bloquear sus puños o patadas.
—Sirvió de juguete cuando mis hombres estaban aburridos —lo provocó aún más.
—¡Ya cállate! —saltó para atacarlo con una patada alta, logrando lanzarlo hacia una pared— Quiero saber dónde está.
—Descuida, te mandaré al infierno con ella —rió el árabe, haciendo una seña con la mano.
—¡Paris, cuidado! —el hombre que estaba a punto de atacarlo con su espada por detrás cayó al piso, sangrando— Eso es jugar sucio, y no me gusta —Hunter limpió su puño ensangrentado y se posicionó junto a Paris.
—Inútil —escupió el Chacal a su soldado— ¿A qué vienes?
—Ya están bajo su poder, señor —informó, adolorido— Un joven y la chica, los encontramos no muy lejos de aquí.
Las pupilas del rubio se dilataron, entendiendo a la perfección de quienes hablaban. Vio al bandido murmurarle algo al Chacal, incómodo. Mohamed pareció enfurecer y, sin controlar su furia, le cortó la cabeza al soldado, utilizando su sangre como una cuchilla.
—¿Embarazada? —musitó, respirando fuerte— ¿Quién se atrevió a deformar su hermosa figura así? —vio a Paris fruncir el ceño— En cuanto acabe con ustedes, iré a deshacerme de ese maldito quiste.
Paris ensombreció la mirada— ¿Cómo te atreviste a llamar a mi hijo?
—Así que fuiste tú... —la sangre del Chacal tomó la forma de una espada de doble filo— Acabaré con tu vida. Vas a desear nunca haber nacido maldito crío.
—Estoy esperándote —contestó el rubio, poniéndose en posición de defensa junto a Hunter.
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—¡Suéltenme! —exigió la chica, asustada.
—Cierra la boca, bombón —la amenazó el bandido que la tenía presa— Pronto vendrá mi amo y se encargará de ti —intentó posar su mano sobre el vientre de Tanya, siendo apartado por un manotazo de Joshua.
—¡Desgraciados, no la toquen! —un puñetazo lo dejó sin aire. El otro bandido soltó una risa y siguió arrastrándolo por el túnel.
Bajaron hasta una cámara bastante elegante, suponían que debía ser la habitación que ocupaba el dueño. Tenía una cama de dos plazas, un sofá, un armario y una chimenea. Fueron encerrados ahí.
—¿Cómo nos encontraron? —preguntó Tanya, acariciando su vientre, preocupada.
—No lo sé, fue muy repentino —mencionó el joven de cabello anaranjado, inspeccionando la habitación. Miró a la chica y se acercó— ¿Estás bien? ¿No te lastimaron?
—Por suerte, no —sintió un leve dolor de nuevo— Pronto va a nacer, y Paris no está cerca.
—Tranquila, ya vendrá —intentó calmarla Joshua, ayudándola a recostarse en la cama— Ahora descansa, no hagas mucho esfuerzo.
—¿Joshua? —una voz femenina y madura sorprendió a ambos ocupantes del cuarto.
Una mujer rubia se encontraba parada en una esquina del cuarto, mirándolos con sorpresa. Estaba vestida con ropas muy finas y tenía el cabello largo hasta la espalda, debido al tiempo.
—¿Tía Linda? —el muchacho se sorprendió, aún más al verse abrazado por la mujer.
—Oh, Joshua... Creí que no los volvería a ver —murmuró Linda, aguantando las ganas de llorar— ¿Dónde está Paris? ¿Y mi hijo?
—No estoy seguro, nos capturaron —explicó el mayor— Paris no estaba cuando pasó, pero no estará lejos —miró a Tanya— Fue a buscar ayuda...
—Tanya, querida —fue a abrazar a la chica, quien le correspondió sintiéndose segura en sus brazos. En ese momento, notó su panza— Cariño, ¿estás...?
—Así es —afirmó el joven Van Der Veen, sonriendo— Y no adivinarás quién es el padre, tía.
—Puedo imaginarlo —rió, al ver el rostro sonrojado de Tanya.
De repente, otro dolor muy fuerte volvió a atacar a la jovencita, tumbándola nuevamente en la cama. Un grito escapó de sus labios, alertando a Linda y a Joshua. El tono fue más desgarrador que el anterior, obligando a Tanya a gritar aún más, esa contracción era muy fuerte.
—¿Qué le sucede? —habló Joshua— ¿Qué tiene?
—El bebé ya viene... —musitó Linda al notar que un líquido transparente bajaba por la pierna de la chica— La bolsa se rompió, ya va a nacer.
El muchacho se paralizó, aún más al oír las palabras que seguían.
—Y nosotros debemos ayudarla en el parto —tomó una sábana blanca y cubrió a la joven de la cintura para abajo. Mojó un paño y se lo pasó por la frente— Tranquila, linda. Intenta calmarte un poco.
¿Calmarse? ¡Maldita sea! Las contracciones la estaban matando y quería que se calmara... La mirada que le dirigía la rubia la ayudó un poco, después de todo, ella también era madre y sabía por lo que estaba pasando.
—Tengo miedo... —susurró.
—Yo estoy aquí, y Joshua también —señaló al muchacho, quien sonrió levemente— No tienes porque temer, cariño.
Tanya le sonrió con ternura, agradeciéndole. Le recordó a su propia madre, la extrañaba demasiado. Sonrió divertida al imaginar la cara que pondrían sus padres al verla con un bebé en brazos. Salió de su ensoñación al sentir otra contracción, haciéndola gritar de nuevo.
—Ven, Joshua —llamó Linda, tomando una manta blanca y dándosela— Tú vas a recibir al bebé.
—¿Yo qué? —una simpática expresión de incredulidad adornó su pálido rostro.
Un golpe sordo resonó en la habitación y la mujer volteó a ver al joven Van Der Veen. Arqueó una ceja y rodó los ojos al verlo desmayado al suelo. Suspiró y tomó la manta blanca.
—Hombres... —se acomodó frente a la chica, sonriendo para confortarla— Prepárate, pequeña. Vas a traer al mundo a una nueva vida, a mi nieto, así que aguanta. Vas a lograrlo.
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Detuvo dos puñetazos con sus brazos y lo pateó en el estómago, pero sin causarle daño alguno. Ese hombre era más fuerte de lo que pensaba. Logró evadir unos cuantos ataques por parte de su espada, no era nada fácil.
—Quietos, haré su muerte más rápida —amenazó el Chacal, lanzando su sangre en forma de proyectiles hacia ambos muchachos.
Al esquivarlo, dieron justo en las paredes, dejando varios huecos. Hunter tragó duro al notar lo fuerte que eran sus ataques, si alguno lograba darles, las consecuencias serían malas. Sin embargo, Paris continuó atacándolo con la intención de herirlo en gravedad. Vengaría a su padre, a como dé lugar.
—Será al revés... —musitó el rubio, parándose para atacarlo nuevamente.
Aprovechando su fuerza, el azabache pudo lanzar al sujeto lejos y herirle el brazo izquierdo. Ya sin poder alzar aquel brazo, Mohamed concentró su energía en ese punto y unos látigos sangrientos atacaron a Paris y Hunter. Varias heridas fueron abiertas en ellos, y es que la sangre era peligrosa.
—No lograremos nada a este paso —declaró el joven Vandom, intentando normalizar su respiración.
—¿Qué opción hay? —cuestionó su compañero, en igual condición. Un extraño sentimiento de ansias lo atacó, confundiéndolo— Siento que me necesitan, en alguna parte.
—¿Qué?
—Mi hijo... —susurró, recordando que Tanya daría a luz en cualquier momento— Tengo que encontrar a Tanya, mi hijo está por nacer.
—Tranquilo, la encontraremos —habló, suavemente— El combate cuerpo a cuerpo no le afecta, mucho menos lo harán las armas —analizó Hunter.
—Tienes razón... —una idea iluminó la mente de Paris, haciéndolo sonreír de lado— Aunque hay un método que aún no hemos utilizado.
—¿Ah, sí? —preguntó, confundido— ¿Cuál?
—Hay que separarnos y correr en direcciones opuestas.
—¿Ese es tu plan? —él mostró una mueca de incredulidad— No te ofendas, pero existen mejores...
—¡Corre! —el rubio desapareció corriendo por uno de los túneles— ¡Confía en mí! —suspirando, el mayor obedeció y salió corriendo por otro túnel.
—Estúpidos... —espetó, molesto— Ni crean que pueden esconderse de mí en mis dominios.
Los persiguió durante unos minutos, hasta dar con el mayor de los Vandom. Comenzó a pelear contra él de nuevo, dañándolo más con sus ataques. El muchacho esquivó varios de sus ataques y tuvo que enfocarse más en el combate cuerpo a cuerpo si no quería terminar muerto.
Finalmente, el Chacal pudo acorralarlo y dejarlo indefenso en el suelo, sin fuerzas— Prometo hacerlo rápido, aunque debería dejar que te duela. Adoro oír los gritos de dolor.
—Disfrutarás uno, muy pronto —musitó el azabache, sonriendo de lado.
—¿Qué? —alzó una ceja, desconcertado. Frunció el ceño y alzó su arma para terminar con la vida del joven— Son puras estupideces, no...
Una flecha atravesó su hombro derecho, interrumpiéndolo y causándole un gran dolor. Gritó y volteó a ver al causante, encontrándose con Paris. El rubio volvió a lanzar otra flecha que impactó justo en su estómago, aunque ésta vez no pareció afectarle.
—¿Un arco? ¿Es tu mejor arma? —se burló— No vas a matarme con eso.
No notó que Hunter se escabulló por un costado, apartándose de él.
—Yo no, la granada sí —habló, haciéndole una seña al otro chico para que saliera de ahí.
Mohamed bajó la mirada y encontró, en efecto, una granada adherida a la flecha que quedó incrustada en su estómago. Intentó sacársela, pero cuanto más lo hacía, sus músculos se desgarraban. Alzó la cabeza y observó a ambos muchachos escapar. Cerró los ojos y mostró una sonrisa altanera.
Hunter y Paris aceleraron al oír la explosión que se produjo al final del túnel, llegaron hasta la parte que se conectaba al sendero principal y saltaron a un lado para cubrirse del fuego que salió disparado del túnel. Levantaron la cabeza para asegurarse de que no había peligro y observaron los restos de la explosión. No vieron el cadáver del Chacal por ningún lado, así que pensaron que había muerto calcinado vivo.
—Por fin —susurró el mayor, limpiándose el sudor de la frente.
Un leve grito femenino se oyó en la lejanía, y sin pensarlo dos veces, Paris corrió en esa dirección. Los gritos se hacían cada vez más fuertes a medida que se acercaba a una gran puerta. Antes de llegar, un último grito prolongado y muy potente lo asustó, así que giró el picaporte y entró un poco agitado.
La sorpresa se vio reflejada en sus ojos, para luego transformarse en alivio al oír el pequeño llanto infantil. Tanya se encontraba en la cama, respirando con dificultad y con medio cuerpo cubierto por una sábana. Joshua estaba desmayado en el suelo y una mujer rubia tenía un pequeño bulto entre sus brazos.
El joven Van Der Veen fue recuperando la conciencia poco a poco, al mismo tiempo incorporándose.
—¿Ya acabó? —quedó en shock al ver un pequeño bebé en brazos de la mujer. Linda limpiaba con cuidado su dulce carita con una manta de lo que parecía ser... sangre. Joshua abrió los ojos a más no poder— Ay no... —volvió a sentir un mareo y cayó nuevamente al suelo.
Linda rodó los ojos, divertida. Un ruido en la puerta llamó su atención y volteó a ver al muchacho que yacía parado ahí. Sintió que las lágrimas se acumulaban en sus ojos al verlo. Su hijo estaba de vuelta.
—Paris...
—Madre —sonrió con ternura, acercándose a ella y besándole la frente. Observó el bulto en sus brazos y un infinito cariño se reflejó en sus orbes rojizos— Mi hijo, mi pequeño.
—Es un hermoso y saludable niño —afirmó la rubia, sonriéndole en felicidad— Felicidades, Paris.
Su mirada se desvió para ver a Tanya, quien se veía un poco más calmada. Se acercó a la cama, observándola descansar. Aún con el leve sonrojo en sus pómulos, debido al esfuerzo, las gotas de sudor que aperlaban su frente y algunos mechones de cabello pegados a él, se veía preciosa. Tomó un paño húmedo y lo pasó por su rostro, suavemente. El roce despertó a la chica, quien sonrió al verlo.
—Creí que no llegarías... —apenas podía oírla.
—Ya estoy aquí, todo acabó —le susurró, besándole la frente con dulzura— Haz hecho un gran trabajo, amor. Nuestro bebé es precioso.
Las palabras de Paris fueron un aplauso para ella, por todo el esfuerzo que había hecho, todo lo que había soportado, el malestar, los antojos, los cambios de humor, finalmente todo dio su fruto.
—Quiero verlo —pidió, débilmente.
La mujer se acercó a su hijo y le entregó a su pequeño en los brazos. Un sentimiento de paternidad se instaló en el chico, viendo con ternura a su hijo. Sonrió más al oír su llanto y acarició su cabecita. Al oírlo, los ojos de Tanya se llenaron de lágrimas de felicidad. Era su pequeño, ahí estaba. Soltó un gran suspiro de alivio, aún le costaba trabajo creerlo.
El rubio pasó al bebé en brazos de la madre. Tanya lo miró tiernamente, se veía tan pequeño, tan frágil y delicado. Lo colocó con cuidado sobre ella y pasó un dedo por su carita, sintiendo su suavidad. Era exquisitamente cálido, lo sintió tan parte suya.
—¿Nosotros hicimos algo tan hermoso, Paris? —preguntó la joven, aguantando las ganas de llorar.
—Así es, mi amor —sonrió el rubio, abrazándola cariñosamente.
No quería soltarlo, se había enamorado perdidamente de él.
El niño abrió los ojitos, mostrando el color castaño de la madre, cosa que a Paris le encantó, puesto que la persona que ocupaba su corazón tenía los ojos que más amaba. Había sacado la piel pálida del padre y sus facciones, que aunque inocentes, se notaban los mismos pómulos, forma de ojos, mentón y frente que tenía Paris. Su nariz era pequeña y respingada, como la de Tanya. Era tan hermoso.
Observaba con curiosidad a las dos personas que lo miraban con un amor infinito, y su primera sonrisa juguetona se dibujó en sus labios, emocionando a sus padres.
Joshua había despertado nuevamente y sonreía con felicidad, junto a Linda. Hunter también observaba la escena desde la puerta, conmovido.
Sin embargo, toda la paz fue rota al oír el disparo de un arma, seguido de un grito. El mayor de los Vandom cayó de rodillas al suelo, tomando su hombro con una mueca de dolor. Justo a unos metros de la puerta de la habitación, el Chacal se encontraba parado y apuntando con el arma hacia Hunter. El hombre estaba desfigurado, un aspecto realmente desagradable.
—Esto aún no se acaba...
Tal parecía que la suerte no estaba de su lado, ya que la pared del subterráneo fue derribada por un gran animal de cuatro patas. La bestia se abalanzó sobre el Chacal, mordiéndolo y comenzando a despedazarlo. Todos los presentes quedaron anonados ante la escena. El niño comenzó a llorar por el susto. Tanya lo notó, así que lo acunó en sus brazos para calmarlo.
No habían notado que los demás hombres del Chacal se acercaban para atacar. No obstante, fueron derribados uno a uno por un arma voladora, filosa y de gran precisión. El búmeran regresó a las manos de su dueña, una hermosa mujer que vestía unos pantalones de cuero negro pegados, botas de guerra y una prenda, también de cuero negro, que ocultaba sus pechos de vista, dejando su vientre al aire, sus hombros y su cuello. Al tener su arma de vuelta, bajó de un salto.
El gran lobo negro dejó de atacar al Chacal al sentir que no se movía. Se apartó y comenzó a tomar forma humana. Un joven y apuesto hombre de cabello negro, peinado de forma señorial se acercó a la mujer. Tenía un cuerpo bien trabajado e iba vestido de camiseta negra sin mangas, botas de guerra y pantalones militares.
—Ahora sí acabó —mencionó el hombre, sonriendo de lado.
—¡Mamá! ¡Papá! —exclamó el azabache, sorprendido y feliz de verlos de nuevo.
—¡Hunter! —la castaña lo abrazó contra su pecho, de forma protectora— Hijo, hemos estado buscándolos casi un año. No saben lo preocupados que estábamos cuando no llegaron a Damasco.
—Perdóname mamá, tenía que cuidar a mi hermana —bajó la cabeza, avergonzado y todavía adolorido por el disparo— Y no lo cumplí. Fui débil y por eso nos persiguieron y capturaron.
—Claro que no, cielo —lo tranquilizó, sonriendo— No fue tu culpa. Nadie la tuvo.
—¿Alex? ¿Liza? —cuestionó la rubia, impactada.
Ahora entendía de dónde conocía el apellido de ambos hermanos. Eran hijos de los viejos amigos de su esposo, aún podía recordarlos a la perfección. Ambos voltearon a verla, sorprendidos.
—¿Linda? —una sonrisa se reflejó en los labios de la castaña— ¡Tiempo sin vernos! ¿Cómo estás?
—Aún estoy viva —bromeó, haciéndola reír— Gracias, nos han salvado.
—Por nuestros hijos, haríamos lo que fuera —contestó Alex— Fue un placer, espero que se encuentren bien.
El hombre alzó la mirada hacia la cama, donde descansaba su hija menor junto a un chico rubio.
—Tanya...
—...Papá —la joven dejó que la abrazara, correspondiéndole como pudo. El abrazo tan cálido de su padre la hacía fuerte en esos momentos, aún cuando apenas podía hablar— Creí que no volvería a verlos, los extrañé tanto.
—Ya estoy aquí, mi amor —habló con una dulce sonrisa, acariciándole la cabeza— Todo acabó.
Paris observaba la escena, un poco enternecido. Era un padre que buscaba a sus hijos y estaba preocupado por ellos. El dolor golpeó su pecho al recordar a su adorado padre. Finalmente, había podido vengarlo, ya su alma podría descansar en paz.
Alex pareció impactarse al descubrir a un bebé en brazos de su hija. La chica le sonrió, despreocupadamente. Los oscuros ojos de Alex se posaron en Paris, intimidándolo un poco. Ya tendría que darle explicaciones al padre de Tanya. Sin embargo, la sonrisa que le ofreció Liza lo tranquilizó un poco, prometiéndole que no estaría solo en esto. Tanya posó una mano sobre la de su amado, dándole fuerzas de igual forma. Quizá, no iba a ser tan malo.
(Un año después...)
—¡Bien hecho, amor! —la chica se emocionó, cargando en brazos a su hijo y besándole dulcemente la mejilla— Hay que mostrárselo a papi cuando venga.
Unos días después de su nacimiento, Paris y Tanya habían decidido llamarlo Damon, le iba simplemente perfecto al pequeño. Ahora con un año, tenía el cabello del mismo estilo que el de su padre, pero del color de la madre. Sus grandes ojos castaños estaban cargados de travesura, pero tenía un rostro adorablemente tierno, igual que el de Paris.
Podía parecer un ángel, pero definitivamente no lo era. Damon poseía la misma alma oscura y traviesa que sus padres. Era muy obediente con ambos, pero le encantaba causar desastres cuando estaba con otras personas, como a sus tíos Hunter y Joshua. Fingía con su dulce carita, pero vaya que sabía obtener lo que quería.
—¡Tanya! ¡Ya llegaron, ve a abrir! —habló su madre desde la cocina.
—¡Ya voy, mamá!
Momentos después, se encontraban todos en la mesa para almorzar. Los invitados eran Linda y Paris, quienes aún seguían con su viaje de misioneros, pero nunca iban tan lejos como para no visitar a la familia Vandom y al pequeño, quien adoraba a su padre. Se ponía a llorar cada vez que se iba, pero hasta que Tanya fuera mayor de edad, aún no podían casarse y Alex todavía no estaba listo para dejar ir a su adorada hija.
También Hunter que había decidido independizarse e ir a vivir solo. Ahora estaba comprometido con una linda jovencita de su edad, a quien también había traído al almuerzo.
Y Joshua, quien se había vuelto parte de la familia y quería mucho a Damon. Aún estaba considerando la idea de ser su padrino, porque Hunter también competía con él por el puesto. No había cambiado mucho físicamente, pero la madurez le había entrado un poco, ahora con veinte años, en algún momento debía sentar cabeza.
—Te extrañé, mi amor —Paris besó los labios de su novia, dulcemente.
—Y yo a ti... —suspiró al separarse, sonriéndole.
El rubio había aprendido a llevarse con la familia de su novia. Había podido conocerlos más a fondo y compartir más tiempo con ellos. Eran grandes personas, de eso no había duda.
Elizabeth Taylor era una madre excepcional, también una gran mujer. Era muy cariñosa y maternal, se portaba muy bien con él. Lo trataba como a un hijo más y fue la primera en darle la bienvenida a la familia con una gran sonrisa. También, era dueña de una belleza que no tenía igual. Ahora entendía de dónde había sacado Tanya su encanto y atractivo. Largo cabello de color chocolate y lacio, ojos castaños y piel clara. Era la hija del emperador, por lo que la hacía una mujer de clase alta.
Tenía cierto parecido con su madre, ambas eran muy lindas y cariñosas, pero Liza definitivamente tenía mucho más carácter. No se dejaba dominar fácil por su esposo y a veces ella parecía ser la jefe. Sin embargo, a veces era muy sumisa con Alex, ya que él era el único hombre que provocaba tal efecto en ella. Era algo estricta y sabía poner límites, era excelente educando a sus hijos.
Alexander Vandom, por otro lado, era un noble de clase media que se había enamorado de la joven Taylor. Era muy honorable, serio, reservado, inteligente y astuto. Un gran hombre que había logrado muchas cosas y por sus éxitos lo habían condecorado como noble de alto cargo. También era muy conocido por ser un mestizo muy poderoso. Mitad elemental, mitad metamorfo. Había tenido ciertos problemas con él cuando supo que el rubio había dejado embarazada a su hija, pero Alex no actuaba por impulso y entendió a la perfección que él tenía sentimientos por Tanya. Además, Paris era un buen muchacho, así que dio su consentimiento para que estuvieran juntos.
Volvió a sentir ese golpe en el pecho al recordar el parecido que tenía Alex con su difunto padre. Se levantó de la mesa, excusándose, y salió del comedor para dirigirse hasta la sala de estar. Extrañaba demasiado a su padre y ver a la familia de Tanya completa, le hacía sentir un poco celoso. Suspiró y cerró sus ojos, intentando calmarse. Habían pasado ya casi dos años y aún así...
—Suspirar es hablar con el alma —la voz del jefe de familia lo asustó un poco y volteó a verlo— Un anhelo más que nada... ¿Qué te tiene así?
—Tío Alex —bajó la mirada— No es nada, se me pasará.
—Extrañas mucho a tu padre —el rubio se sentó, derrotado. No podía mentirle al joven hombre, él parecía saberlo todo— Es normal, no te preocupes.
—No puedo evitarlo, lo necesito conmigo.
—Y lo entiendo, pero... —meditó sus palabras— No puedes estar así el resto de tu vida.
Paris no contestó, no sabía qué decir.
—¿Sabes? La mejor forma de honrar la memoria de un ser querido... —contó— no es el llanto.
—No puedo sonreír al recordarlo, no puedo.
—Puedes —lo sorprendió, sonriendo un poco— Aunque no lo creas, honrar a una persona tan importante con una sonrisa es el más grande honor que puede existir —la confusión adornó el rostro del joven— No recordarás su muerte, sino todos los momentos preciados que vivió junto a ti y tu madre, sus hazañas, logros y todo lo que te ponga orgulloso de él. No veas la parte mala cuando puedes ver la buena.
—¿A qué te refieres, tío?
—No te estoy diciendo que no aprecies su sacrificio, a lo que me refiero es que guardes en tu memoria los recuerdos que te hacen sentir vivo, los mejores.
—Pero yo...
—Romeo fue un gran hombre y amigo, yo mismo puedo justificarlo —cerró los ojos, sonriendo de lado— ¿Realmente crees que a él le gustaría verte de esta forma, Paris?
—¿Eh? —sorprendido, alzó la mirada.
—El mayor deseo de un padre siempre va a ser el bienestar de sus hijos, y a él no le hubiera gustado que sufrieras por esto, aunque te duela. Es normal, lo que no es correcto, es que te encierres y lo sufras por tu cuenta, en silencio, pensando que así aliviarás el dolor que sientes por dentro. No tiene que ser así, muchacho.
—Tú... tienes razón —tragó saliva, aclarando un poco su garganta— Siempre me encierro cuando no quiero que me vean sufrir —por supuesto, su padre no iba a querer eso para él.
—Romeo sigue arriba y, por supuesto, ahí también —señaló su pecho, directo al corazón— Cuidándote a ti y a tu madre. Y claro, ahora nos tienen a nosotros, somos su familia también.
Una pequeña sonrisa se asomó en los labios de Paris, al sentir la mano de Alex posarse en su hombro como apoyo. Realmente, se parecía a su padre.
—No me malentiendas, Paris —mencionó el azabache— No estoy tratando de tomar el lugar de tu padre, claro que no. Sólo quiero que entiendas que no están solos tú y tu madre, ahora tienen más de una familia, y tú tienes una persona a la cual cuidar que te necesita más que nunca.
Él asintió, sonriendo por las palabras de Alex que lo confortaban de una manera sin igual.
—Te lo agradezco, tío Alex.
—No a mí, sino a mi hija... Ella es quien está preocupada por ti —lo soltó, sonriendo de lado— Pero no vine por pedido de ella ni nada, vine porque yo mismo quería hablar contigo y orientarte.
—Gracias, de verdad.
—No hay problema —sonrió sinceramente, comenzando a caminar hacia la puerta y abriéndola. Paris lo miró, curioso— Por cierto, hay alguien que quiere mostrarte algo.
Tanya entró, sujetando de las manos a Damon y ayudándolo a caminar. El pequeño miró a su padre y una risa infantil salió de sus labios. El rubio se sorprendió al ver a la chica soltar las manos del niño, aunque éste permaneció de pie con facilidad.
—Muéstrale a papi lo que aprendiste, amor —susurró Tanya, tiernamente.
Damon aplaudió un par de veces y comenzó a avanzar con lentitud hacia Paris. El joven no lo podía creer y sonrió con emoción... ¡Su hijo estaba dando sus primeros pasos!
—Ven aquí, campeón —lo llamó, sentándose y extendiendo los brazos— Ven con papá.
El niño cayó sentado, pero intentó levantarse con mucho esfuerzo. Al lograrlo, siguió caminando hacia Paris, repitiendo el acto de caerse y levantarse nuevamente. Hasta que llegó corriendo y con una sonrisa a los brazos de su padre. Paris lo cargó y se levantó, sonriendo con felicidad.
—¡Lo lograste, hijo! ¡Estás caminando! —besó su cabeza, dejándolo acurrucarse en su cuello.
Los demás rieron y aplaudieron por su logro. Habían entrado con sigilo al salón, viendo al pequeño Damon intentando caminar, conmovidos.
Volvió a mirar a todas las personas que tenía a su lado en ese momento. Alex tenía razón, él tenía una hermosa familia, personas que estaban a su lado y lo amaban mucho. Sí, su padre ya no estaba con él y siempre lo tendría presente en su corazón, y ahora también tenía a su novia y a su hijo, quien le había devuelto la paz que tanto ansiaba sentir después de todo lo vivido.
Tanya lo besó dulcemente en los labios, separándose y sonriéndole. Agradecía haberla conocido en aquel catastrófico viaje, aunque por nada del mundo cambiaría todo lo que sucedió, y que le sirvió de experiencia para aprender muchas cosas.
Ahora tenía una nueva vida junto a la mujer que amaba, la cual había comenzado con un simple encuentro. Se encontraron, se conocieron, se habían perdido, se hicieron amigos, se enamoraron, se amaron y nunca se arrepentirían de haber estado... Perdidos en el Paraíso.
-Fin-
Glosario
*Kandora (1): Túnica blanca para los hombres, vestimenta árabe.
*Hatta (2): Velo hecho de seda, usado en la cabeza para evitar el sol.
*Odalisca (3): Mujer que forma parte de un harén, usualmente baila para complacer a su dueño.
*Berrido (4): Sonido que emiten los camellos, parecido al gruñido.
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